martes, 4 de marzo de 2014

La alargada leyenda de ‘El Virginiano’

Jeff Hornacek se ha convertido por motivos propios (y de sus jugadores) en una de las sensaciones de la presente temporada de la NBA. De este modo, el que fuera uno de los tiradores más temibles en una década dorada para los escoltas en la mejor Liga del mundo, ‘El Virginiano’ para aquellos que seguíamos las retransmisiones del añorado Andrés Montes, alarga su leyenda, esta vez desde el banquillo de los Phoenix Suns, equipo con el que debutó en la NBA, gracias a un conocimiento del juego del que ya hizo gala durante su carrera universitaria y profesional. Y es que, con una de las plantillas menos mejoradas de la Liga y después de firmar sus peores resultados desde el año de su fundación la pasada temporada, los analistas no apostaban sino por otra campaña plena de fracasos para el equipo de Arizona, una previsión que ha sido desechada a través de una buena defensa, sobre todo a los jugadores exteriores, cierta facilidad para el contraataque, un buen movimiento de balón y, en general, un trabajo incansable en los fundamentos técnicos y tácticos del juego, precisamente el mismo factor que hizo que un enclenque joven blanco se convirtiera en uno de los mejores triplistas de la NBA en los 90.

Tiro y visión de juego
A pesar del apodo del comentarista español, Hornacek no tiene nada de virginiano, más allá de una facilidad para sacar el revolver aún mayor que la del cowboy de la mítica serie televisiva. Nació en una localidad de tamaño medio en el frío y gris estado de Illinois, Elmhurst, en el área metropolitana de Chicago en una familia de inmigrantes checos ya plenamente integrados en la vida estadounidense. Esa tradición familiar de recién llegados que han de hacerse un hueco en un lugar completamente nuevo, así como la influencia de su padre, profesor de instituto y entrenador colegial de baloncesto y béisbol, le hicieron ver que el trabajo y la dedicación era la única manera de alcanzar sus retos. De este modo, el joven y delgaducho Jeff comenzó a tirar incansablemente, muchas veces bajo la atenta mirada de su progenitor, que le fue inculcando la importancia del movimiento de balón y de los buenos movimientos para poder recibir la pelota en las mejores condiciones.

Así, siguiendo el trabajo de su padre por algunas localidades de pequeño tamaño en el entorno de Chicago, Hornacek fue puliendo su estilo tirador y, sobre todo, una gran intuición para la lectura y la dirección del juego en el colegio Konarek Elementary School de North Riverside y los institutos Gurrie Middle School y, sobre todo, Lyons Township High School en La Grange.

Unos buenos registros como estudiante, aunque en escuelas de segunda fila, le abrieron las puertas, aunque sin derecho a una beca deportiva, de Iowa State University, un centro más cualificado por su certificación académica que por su tradición deportiva. En la NCAA, se fue haciendo un hueco en el equipo gracias a su buena lectura del juego, ocupando el puesto de combo guard, a medio camino entre el base y el escolta. De esta manera, los Cyclones, dirigidos por el mítico Johnny Orr, fueron mejorando su nivel según crecía la importancia de Hornacek, clasificándose en su último para el torneo de la NCAA y ganando dos partidos y llegando hasta el Sweet Sixteen, todo un hito para la historia de la universidad. De estos años quedan como recuerdo los promedios de 13,7 puntos y 3,8 asistencias en la temporada senior y la canasta ganadora desde más de ocho metros ante Miami University en la prórroga, tras haber conseguido también el empate sobre la bocina minutos antes.

De secundario a protagonista
Su entrada en el profesionalismo no fue nada espectacular. El draft de 1986 fue el del número 1 de Brad Daugherty, el del trágico final de Len Bias, el de la llegada a la Liga de una generación de interesantes proyectos (Dell Curry, Ron Harper, Chuck Person, Dennis Rodman y Mark Price, entre otros) y de otros que terminarían siendo ilustres en Europa (Walter Berry, Roy Tarpley, Harold Pressley y Johnny Rodgers). Al final de la segunda ronda, los Phoenix Suns, que habían recibido esa opción tras varios traspasos en 1983, eligieron a un enclenque escolta de 1,91 metros que serviría para completar su rotación o, más bien, sus entrenamientos.

Sin embargo, Cotton Fitzsimmons, entrenador de los de Arizona, pronto se dio cuenta de que, a pesar de su no muy llamativo cartel, Hornacek podía ser una pieza útil, todo ello gracias, una vez más, a la perseverancia en el trabajo y a la importancia otorgada al conocimiento táctico y a los fundamentos técnicos del juego. Ya en su temporada rookie, gozó de hasta 19 minutos de media, aunque su protagonismo en ataque era aún limitado, más como organizador (4,51 asistencias) que como anotador (5,3 puntos). A la altura de su segunda temporada, ya se había ganado la titularidad en la mayoría de los partidos, así como un buen puñado de minutos más. Y es que su juego era ideal para el equipo, ya que podía asumir el rol de base durante bastantes minutos para descargar a Kevin Johnson, que podía permitirse más minutos de descanso o una mayor dedicación a su faceta anotadora, o ser la referencia exterior cuando el equipo sacaba a sus jugadores de perfil defensivo, como Kurt Rambis, Mark West, Tim Perry o Andrew Lang.

Y así pasaron seis años en los que Hornacek fue aumentando sus prestaciones, llegando a promediar 20,1 puntos en su última temporada en Arizona, siempre superando ampliamente las 5 asistencias por partido y con porcentajes más que aceptables. Pero los Suns querían dar un paso adelante, y para ello se habían fijado en Charles Barkley, cuyos Philadelphia 76ers iniciaban su enésimo proceso de reconstrucción. Así, el de Illinois volvía al Este junto a Lang y Perry, aunque su posición más habitual sería la de base, ante la titularidad indiscutible de Hersey Hawkins como escolta. A pesar de ello, sus números no se resintieron, consiguiendo 19,1 puntos y 6,9 asistencias en la temporada 1992/93, la única completa en Pennsylvania. Y es que, en pleno año 94, con 53 partidos ya jugados en Philadelphia manteniendo los buenos registros, los Sixers decidieron afrontar su reconstrucción, enviando a Hornacek a Utah a cambio del veterano escolta Jeff Malone y una futura elección del Draft no muy bien empleada.

Y será en el estado mormón, con la treintena ya cumplida y encasillado en el papel de escolta anotador en general y tirador en particular cuando la leyenda de ‘El Virginiano’ toma forma, a pesar de que los registros estadísticos se vieron algo mermados (aún así, nunca bajó de 12 puntos y 4 asistencias hasta su retirada en 2000). Número parte, ésa fue la época dorada en la que, junto a John Stockton y Karl Malone, el equipo llegó a dos Finales de la NBA (1997 y 1998) perdidas ante Chicago Bulls, mientras que el tirador de Illinois mejoraba sus porcentajes, popularizaba su peculiar gesto de tocarse la cara antes de los tiros libres para felicitar a su familia y ganó dos veces el Concurso de Triples (1998 y 2000), además de, como tanto gusta en la épica del deporte  estadounidense, convertirse en un pilar de la comunidad y un hombre de familia.

Junto a la cancha
En los siguientes años, los Jazz reconocieron su labor, colgando el número 14 en el techo del pabellón de Salt Lake City, mientras que su entrenador y mentor durante los años en el estado mormón, Jerry Sloan, no se olvidaba de sus cualidades. Así, en 2007, el entrenador contrató a su antiguo pupilo como preparador especialista en tiro para ayudar a Andrei Kirilenko y otros jugadores exteriores. Durante cuatro años, su labor no pasó de la de trabajar con los tiradores pero la marcha de Jerry Sloan y su sustitución por Tyrone Corbin en febrero de 2011, sus servicios fueron requeridos como asistente, tanto para cuestiones técnicas individuales como, sobre todo, para mejorar el trabajo táctico y de lectura del juego de la plantilla.


Este buen trabajo durante dos años hizo que varios equipos se fijaran en él como entrenador jefe, principalmente sus antiguas franquicias, Sixers y Suns, que finalmente se llevaron el gato al agua. Hornacek aceptó el reto de ponerse al frente de uno de los equipos de la campaña 2012/13, con una plantilla en continua reconstrucción desde los días del run & gun de Mike D’Antoni. Sin embargo, los resultados no pueden ser mejores. A pesar de competir en la Conferencia más dura, en el salvaje Oeste, los de Hornacek se han mantenido en los puestos de honor desde el inicio de la temporada y ahora, con apenas veinte partidos por jugar, lucen sus 35 victorias y su porcentaje del 59,3 por ciento de triunfos. Pero, más allá de los resultados, la incidencia del nuevo entrenador se nota en el trabajo realizado, con un juego más fluido, mejores opciones en ataque para los jugadores, menos dependencia de los talentos individuales, un sistema de juego y de trabajo en el que la plantilla confía y la irrupción de algunas piezas que, a principio de temporada, se preveía que iban a contar con pocos minutos, lo que le está garantizando 105,3 puntos por noche, la quinta media de anotación más alta de la Liga. Además, ha habido una importante mejora en los sistemas defensivos y en la jerarquía de las ayudas, sobre todo los que se refieren a la línea exterior, lo que hace que sea el equipo que menos tiros liberados concede y, por tanto, que menos triples encaja. 

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