viernes, 7 de septiembre de 2012

Tiempo de Miller

Reggie Miller es una de las incorporaciones con el que este 2012 el Naismith Memorial Hall of Fame de Springfield hace justicia. Y es que el delgaducho escolta insignia de los Indiana Pacers ha sido uno de los jugadores más determinantes de la NBA en su época moderna. Eclipsado por la grandeza y el mito de otros jugadores contemporáneos y en su misma posición, como Michael Jordan, Clyde Drexler o Drazen Petrovic, probablemente no sea uno de los jugadores más conocidos de una de las edades de oro de la Liga, la década de los 90, al menos no entre el público menos entendido. Tampoco el mejor recordado por rivales y aficionados, dado su carácter competitivo, sus discusiones con otros jugadores y espectadores y, sobre todo, por su inagotable deseo de ganar cada partido.

A pesar de estas particularidades, Miller causó un gran impacto en la NBA dada la mejora de sus prestaciones año a año hasta convertirse en una estrella y, sobre todo, por el increíble protagonismo y la endiablada efectividad que ganaba cuando el partido estaba en el alero, cuando la pelota quema demasiado para muchos jugadores. Esos momentos fueron bautizados por los comentaristas y los aficionados como “Miller time” (“Time for Miller” para otros periodistas y “Tiempo de Miller, tiempo de un killer” para el siempre añorado Andrés Montes). Básicamente, estos momentos se correspondían con un vendaval anotador con canastas de todos los colores, una explosión de ambición y deseo por conseguir la victoria que se materializaba en ambos lados de la cancha e, incluso, con desafíos a los espectadores de las primeras filas.

El “Miller time” más intenso y significativo se produjo en la noche del miércoles 1 de junio de 1994, en el cuarto partido de la Final de la Conferencia Este entre los Indiana Pacers y los New York Knicks. Se preveía una intensa noche de juego, aunque los locales pretendían imponerse con facilidad en el Madison Square Garden a unos neófitos que en aquellos Playoffs’94 habían superado por primera vez una ronda eliminatoria, colándose posteriormente en la final del Este. Sin embargo, el enfrentamiento que se convirtió en uno de los mayores ejemplos de crueldad baloncestística jamás vividos.

Y es que, después de 36 minutos de juego, los Knicks dominaban por doce puntos (70-58), con John Starks como encargado de frenar con una asfixiante defensa a la estrella rival, un Miller que apenas contaba con 14 puntos en el casillero (solamente 2 en el primer cuarto y cinco en el tercero). Los Pacers salieron a jugar el último cuarto con una motivación extra, aunque conscientes de que los neoyorkinos apenas les habían dejado acercarse a siete puntos en sus mejores momentos del partido. Con apenas un minuto jugado, Miller anotó su primera canasta, un triple que se convertiría en el primero de una serie de cinco lanzamientos sin fallo desde más allá del arco y los tres puntos que inauguraron la cuenta de 25 que firmó durante el periodo definitivo para un total de 39 en todo el partido. No tardó en anotar un segundo triple y un tiro de dos desde la esquina en medio de una sequía anotadora de los Knicks gracias a una incesante defensa de Indiana.

Los nervios estaban a flor de piel entre todos los seguidores de los Knicks, una realidad que se constató con la siguiente canasta de Miller, el 72-70, cuando el cineasta Spike Lee se levantó de su butaca a pie de pista y gritó algo al escolta californiano de los Pacers, que no dudó en responderle y en dedicarle su siguiente canasta, un triple desde casi nueve metros que ponía por delante por primera vez a los visitantes, culminando en menos de la mitad del cuarto lo que había sido imposible a lo largo del partido. La anécdota fue una de las más recordadas de ese partido y sirvió para que el director de cine y el baloncestista compartieran espacio en varios anuncios en los siguientes meses, dando paso a una buena relación a pesar de la rivalidad deportiva entre un seguidor de los Knicks y la mayor pesadilla de sus opciones en los Playoffs. Un nuevo triple, esta vez pisando la línea, el cuarto sin fallo, conseguía ya una distancia de cinco puntos con apenas cinco minutos jugados, seguido de un nuevo tiro lejano, esta vez tras un contraataque.

La defensa de los Knicks mejoró entonces, tras un tiempo muerto, cuando Miller ya llevaba 19 puntos anotados en el cuarto, lo que frenó brevemente el vendaval anotador del escolta de Indiana y situó a los de Nueva York a dos puntos de distancia, un parcial roto nuevamente por Miller con un tiro de dos a apenas unos centímetros de Starks. Los casi cuatro minutos restantes fueron un intercambio de canastas, que incluyó cuatro tiros libres para el escolta pacer, concluyendo el partido con un resultado de 86-93, lo que supone un parcial de 35-16 en el último cuarto.

Los números de Miller esa noche dan miedo, con 39 puntos y 14 de 26 en tiros de campo, máxime si se tiene en cuenta que 25 de esos puntos vinieron en el último cuarto, con series de 3/5 en tiros de dos, 5/5 en triples y 4/4 en tiros libres. Se trata probablemente de la mayor demostración del poderío de este genial tirador frente a uno de sus rivales favoritos, los Knicks, a los que se enfrentó cinco veces en siete años en los Playoffs. De hecho, apenas un año después, en el primer partido de la semifinales de Conferencia en el Madison, Miller fue capaz de anotar ocho puntos en 8,9 segundos para decantar del lado de Indiana la balanza de un enfrentamiento igualada.

Al margen de estos arranques de ira anotadora que servían para ganar los partidos igualados, o precisamente por ello, Reggie Miller, el flacucho niño que tuvo que luchar contra la enfermedad para poder siquiera andar, el jugador que tuvo que soportar ser comparado con su hermana Cheryl, el ídolo que llevó a la locura a algunos fans que llegaron a amenazarle de muerte y quemarle su lujosa casa, se retiró en 2005 en su equipo de toda la vida, los Indiana Pacers, con 25.279 puntos, 2.560 triples anotados, una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta’96, unas Finales de la NBA perdidas ante los Lakers y una infinidad de jugadas emocionantes difíciles de borrar de la retina de los aficionados. Que se lo digan a los seguidores de los Knicks…

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