lunes, 15 de julio de 2013

El equipo que pudo reinar

En ocasiones, un club consigue juntar una buena generación de jugadores que, gracias a su calidad y a una buena química de equipo, consiguen llevar su juego a altas cotas. Lo habitual es que, cuando se dan estas condiciones, el equipo resulte campeón, siempre y cuando no coincida con otras plantillas que también vivan días de vino y rosas. Philadelphia 76ers, una de las franquicias históricas fundadoras de la NBA, entonces como Syracuse Nationals, consiguió reunir una buena cantidad de talento en su plantilla a finales de los 70 y principios de los 80, si bien tuvo la mala suerte de chocarse con el muro de dos de las más grandes dinastías de la Liga, Boston Celtics y Los Angeles Lakers.

Sin embargo, los Sixers sí que consiguieron hacerse un hueco en una década totalmente dominada por el espectáculo púrpura y oro y el orgullo verde, una temporada de ensueño en la que los de Philadelphia firmaron el mejor récord de su historia y realizaron unos PlayOffs casi perfectos, con 12 victorias en 13 partidos.

Un poco de historia
Leventar el título de campeón no era nuevo para los 76ers. En 1967, con Wilt Chamberlain, Hal Greer y Billy Cunningham como principales baluartes, la franquicia se alzó con el anillo, si bien la alegría no duró mucho ya que, con el paso de un par de temporadas, el equipo se desmoronó como la marcha de The Stilt a Los Angeles Lakers y la progresiva retirada del resto de la plantilla campeona. La opción de iniciar una dinastía se desmoronaba. Tanto es así que los resultados empeoraron tanto como para que, en apenas un lustro después de su mayor éxito, en la temporada 72/73, los de Philadelphia firmaran el peor registro de la historia de la NBA, con únicamente 9 victorias.

Sin embargo, esta travesía por el desierto se iba a ver solventada pronto gracias a la fusión de la liga ABA, competidora en espectacularidad y, en menor medida, audiencias, y la NBA, lo que supuso una inyección de talento a través de las nuevas estrellas que llegaban y, en el caso de los 76ers, uno de los fichajes más importantes de su historia. New York Nets debía hacer frente a una importante indemnización a sus vecinos Knicks por inmiscuirse en su territorio si querían formar parte de la NBA, y la única manera de hacer frente a esta penalización de la Liga fue deshacerse de algunos de sus mejores jugadores, entre ellos Julius Erving, líder del equipo en sus dos campeonatos ABA.

La llegada de Dr. J, así como la incorporación de jugadores de cierta valía como Darryl Dawkins, World B. Free o George McGinnis y la contratación para el banquillo de la pasada leyenda del equipo de Philadelphia Billy Cunningham, tuvo un efecto inmediato, encadenando una serie de temporadas victoriosas en las que los de Philadelphia pelearon por los puestos de priviliegio de la competición. En el primer año de Erving en los Sixers, el equipo alcanzó las Finales de la NBA, perdiendo ante los Portland Trail Blazers de Bill Walton, mientras que un año después, el tope fueron las Finales de la Conferencia Este, donde se toparon con los Washington Bullets que, a la postre, fueron campeones. Dos nuevas clasificaciones para disputar las series definitivas por el anillo en 1980 y 1982, en ambas ocasiones sucumbiendo ante los Lakers, y otra eliminación ante los futuros campeones, Boston Celtics, en la última ronda del Este en 1981 completaron un periodo en la clase alta de la Liga, aunque en el que siempre se cruzaba un rival que terminaba echando por tierra las aspiraciones de terminar la temporada en lo más alto.

La temporada de ensueño
 Parecía que faltaba algo, un jugador que completara las capacidades de Dr. J, un golpe de efecto. Y llegó en forma de rocoso y corpulento pívot de 2,08 trasladado desde la calurosa ciudad de Houston. Moses Malones se reveló como la pieza que faltaba en un engranaje que se había ido conformado con la adquisición a lo largo de los exitosos años anteriores de diferentes piezas. Un base eléctrico y gustoso del juego de ataque como Maurice Cheeks, un par de escoltas con buena mano y capacidad para generarse sus propios tiros como Andrew Toney y Clint Richardson, un férreo defensor con gran capacidad de rebote como Bobby Jones y algunos ayudantes en la sombra para el trabajo en la zona que respondían al nombre de Marc Iavaroni, Earl Cureton, Reggie Johnson, Clemon Johnson o Mark McNamara, algunos con un papel tan testimonial que fueron traspasados durante la temporada.

Con la inercia ganadora de los años anteriores, la buena química en el vestuario y la titánica presencia de Mo en el centro de la zona, los Sixers se las ingeniaron para lograr 65 victorias, la segunda mejor marca de la franquicia en toda su historia y uno de los mejores registros de la NBA desde su creación. El que fuera líder indiscutible del equipo no había puesto problemas por compartir los focos con el recién llegado pívot, que redobló su ya imponente juego en los Rockets para terminar la temporada como MVP de la Liga con 24,5 puntos y 15,3 puntos por noche, si bien Julius Erving contribuyó sin esfuerzo a la buena marcha del equipo con 21,4 puntos, 6,8 rebotes y 3,7 asistencia por partido. Little Mo, por su parte, dirigió al equipo promediando 12,5 puntos y 6,9 asistencias, mientras que Toney elevó sus prestaciones hasta los 19,7 puntos.

Sin embargo, esta buena marcha durante la Liga regular no daba confianza a los jugadores de Cunningham, que llevaban varias temporadas superando el 70 por ciento de victorias durante la temporada para después estrellarse contra algún equipo más fuerte o más preparado mentalmente para la victoria final. Fue precisamente el último en llegar, Mo Malone, quien dio un espaldarazo a las expectativas de sus compañeros cuando, al ser preguntado por la marcha de los PlayOffs, solamente respondió “fo’, fo’, fo’”, una abreviatura de “four, four, four (cuatro, cuatro, cuatro)” causada por su cerrado acento virginiano. La bravuconada estuvo muy bien como motivación, pero llegaba el momento de cumplir en el campo con semejante afrenta a los rivales.

Los primeros en caer fueron los New York Knicks de Hubbie Brown y Bernard King, que sucumbieron en cuatro partidos al juego de ataque de los Sixers sin encontrar respuesta en ningún momento al reparto de competencias de Erving, Malone, Toney y Cheeks. La Final de Conferencia sería contra unos sorprendentes Milwaukee Bucks que habían conseguido ‘barrer’ a Boston Celtics y que estaban liderados por Bob Lanier y Sidney Moncrief. El rival menos esperado fue, a la postre, el que más problemas dio a los Sixers en su exitoso camino de toda una temporada, y el que hizo que la predicción de Mo Malone no pudiera cumplirse. Los de Wisconsin se las ingeniaron para ganar uno de los partidos de la serie y, de esta forma, poner el único punto negro en un inmaculado paso de los Sixers por la post-temporada.

Una nueva presencia en las Finales, y nuevamente contra Los Angeles Lakers, verdugos en dos ocasiones de las aspiraciones de los de Pennsylvania. Sin embargo, los californianos no habían tenido un camino tan sencillo, a pesar de haberse clasificado como mejor equipo del Oeste y seguir contando con Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar como líderes sobre la pista En las semifinales de Conferencia, los Portland Trail Blazers no dejaron que los Lakers, sin James Worthy ni Bob McAdoo, cogieran grandes ventajas e, incluso, llegaron a rascar una victoria a mitad de la serie. Las Finales del Oeste serían contra uno de los equipos llegados de la ABA, San Antonio Spurs, que se mostraron también bastante batalladores, alargando la eliminatoria hasta el sexto partido y perdiendo la posibilidad de luchar hasta el final por la clasificación para la ronda definitiva en el último segundo, tras un fallo en el tiro del pívot Artis Gilmore, haciendo bueno el 101-100 para los de púrpura y oro.

Esta vez no se podía fallar. El Dr. J había probado las mieles del éxito en dos ocasiones en la ABA y no podía conformarse con la decepción de repetir una y otra vez presencia en las Finales de la Liga sin acercarse siquiera al anillo.

Y así fue. La presencia de Mo Malone en el centro de la zona fue incluso más gigantesca que durante la temporada regular, con continuos dobles-dobles en puntos y rebotes y una superioridad aplastante sobre los interiores de los Lakers. Nuevamente, la eliminatoria se solucionó en cuatro partidos, sin opciones para los angelinos que, aunque no permitieron grandes ventajas en el marcador, no pudieron con el juego agresivo y las múltiples opciones de ataque de los Sixers, ni mucho menos con los inigualables registros de Big Mo (27+18 en el primer partido, 24+12 en el segundo, 28+19 en el tercero y 24+23 en el cuarto), número más que suficientes para sder designado MVP de las Finales.

Ese destello dorado fue el último para los Sixers, que firmarían una decepcionante campaña al año siguiente, eliminados en primera ronda de los PlayOffs por New Jersey Nets, y vieron cómo, poco a poco, el equipo campeón iba desmoronándose, con la retirada de Julius Erving y la marcha de Moses Malone en un deambular de ocho años por diferentes equipos hasta su jubilación en 1995. El futuro tenía nombre y apellidos, Charles Barkley. El recuerdo de tan buenos momentos fue conformándose con el paso de los años, principalmente con la retirada de los números de Erving (6), Mo Cheeks (10) y Bobby Jones (24), así como la recomendada inutilización del 2 de Mo Malone, que nadie ha vestido en Philadelphia desde entonces, aunque no ha sido oficialmente retirado.

Material adicional
Documental "That championship feeling"