En el año 1992, se dieron las circunstancias perfectas para
que el USA Basketball, federación norteamericana del deporte de la ‘pelota
gorda’, sorprendiera a los aficionados y al mundo entero con el que se ha
calificado como la plantilla de mayor talento jamás reunida, un equipo de
ensueño, el Dream Team. El 8 de agosto de 1992, hace exactamente veinte años,
se produjo un día feliz y triste para el baloncesto, la consecución de la
medalla de oro por parte de esta selección sin flaquezas y el convencimiento de
los seguidores de que nunca podrían volver a ver nada como lo ocurrido en
aquellas seis semanas del verano del 92.
El levantamiento de la prohibición del Comité Olímpico
Internacional a que los jugadores profesionales de la NBA pudieran participar en
los Juegos Olímpicos supuso el primer paso para la conformación de este equipo
de ensueño, unido a las ganas de muchos de estos baloncestistas a defender el
honor de su país después de que la URSS le arrebatara el oro
en varias ocasiones (Munich’72, Seúl’88) a los jóvenes jugadores universitarios de EEUU. Además,
coincidía con la convivencia en la Liga de dos de las generaciones más
brillantes del baloncesto norteamericano, jugadores convertidos en mitos
incluso durante su carrera, lo que confería a este equipo una aureola tanto
deportiva como publicitaria y mediática aún mayor. De este modo, el Team USA de los Juegos
Olímpicos de 1992, bautizado como Dream Team antes de saltar a la cancha, incluiría al jugador más determinante del momento con su fiel
escudero, los dos mayores rivales de la década anterior jugando por primera vez
juntos en el ocaso de sus carreras, algunas de las nuevas estrellas llegadas a
la NBA desde finales de los 80 y un jugador universitario, por aquello de
mantener la ilusión de que el sueño americano es realizable.
El Dream Team se configuró con unos mimbres que, por calidad
técnica, superioridad física y capacidad de trabajo, hacían prácticamente
invencible a este equipo ni siquiera en su día más desacertado. Los líderes
dentro y fuera de la cancha eran Michael Jordan y Earvin “Magic” Johnson, que
compartía la capitanía con Larry Bird. Estos tres nombres míticos estaban
rodeados por poderosos pívots como David Robinson y Patrick Ewing, trabajadores
interiores como Charles Barkley y Karl Malone, el inmaculado tiro de Chris
Mullin, la potencia en ambos lados de la cancha de Scottie Pippen, la
espectacularidad de Clyde Drexler y cerebro organizador de John Stockton,
además de la presencia testimonial de Christian Leattner, que venía de ganar
dos títulos de la NCAA con la Universidad de Duke. Y para conjugar todo ello, el
cuerpo técnico formado por Lenny Wilkens, P. J. Carlesimo y Mike Krzyzewsk
estaba encabezado por el entrenador Chuck Daly, uno de los preparadores más
concienzudos de la NBA del momento, tanto en los aspectos del juego como en la
motivación de los grupos. Y es que, tal y como afirmó Barkley, “Daly ha
entrenado a los Pistons, y si ha podido hacerlo con esa panda de cabrones,
puede entrenar a cualquiera”. Con estos ingredientes, no se podía perder.
La conformación de este elenco de jugadores fue el primer
quebradero de cabeza para el USA Basketball. Un año antes de los Juegos
Olímpicos de Barcelona, los responsables se pusieron manos a la obra para
reclutar a los mejores baloncestistas disponibles en la NBA. Jordan no se mostró muy convencido, pensando que sería
el único jugador de peso que acudiría a la cita olímpica, y no dio su ‘sí
quiero’ hasta que los otros diez jugadores NBA, mucho menos escépticos que él con la propuesta del USA Basketball,
hubieron aceptado. Otra de las exigencias de la estrella de los Bulls era la no
inclusión en la plantilla del base Isiah Thomas, una de las debilidades de Daly
al haber sido su entrenador en los Pistons de los ‘Bad Boys’, dada su mala
relación tras los tensos enfrentamientos de los de Chicago con los de Detroit.
Con tanta calidad entre sus manos y el revuelo mediático
creado durante el reclutamiento, el primer trabajo de Daly era
convertir a aquel elenco de jugadores de nivel estratosférico en un verdadero
equipo conjuntado, “cambiar la mentalidad de All-Star por la de un equipo”, en
palabras del propio entrenador. Así, después de unos cuantos entrenamientos en
los que los piques entre jugadores en la misma posición fueron la nota
dominante, el cuerpo técnico planeó un partido contra un equipo universitario
para tomar el pulso de la tensión competitiva de los jugadores. Aquel encuentro
supuso un serio toque de atención, ya que el conjunto conformado por futuros
NBA como Bobby Hurley, Chris Webber, Anfernee Hardaway, Grant Hill o Allan
Houston se mostró mucho más serio que las superestrellas y se llevó el partido
por 54-62. La derrota se silenció, pero sí sirvió para que los jugadores se
tomaran más en serio la preparación. Tanto fue así que el partido se repitió
unos días después con un resultado bien distinto.
El primer escollo que tuvo que superar el primer equipo de
jugadores NBA en competiciones internacionales fue el Torneo de las Américas,
clasificatorio para los JJOO de Barcelona y celebrado en el Rose Garden de
Portland apenas un mes antes de la cita olímpica. Esta competición fue un auténtico
paseo de los jugadores del Dream Team desde la victoria inaugural ante Cuba por
77 puntos hasta la final contra Venezuela. Y es que, además del entusiasmo de
los aficionados al jugar en casa, los jugadores rivales no podían evitar
emocionarse y mostrar su admiración a los trabajadores antes, después e,
incluso, durante los partidos.
Con la clasificación asegurada y la preparación por buen
camino, el Team USA salió por fin de EEUU, pudiendo comprobar a su llegada a
Europa y, sobre todo, a Barcelona la gran expectación creada a su alrededor,
con miles de seguidores esperando junto al hotel o el campo de entrenamiento
antes de cada desplazamiento y ruedas de prensa atestadas de periodistas de todos los países y de publicaciones más allá de los temas deportivos. Y es que la presencia de jugadores NBA en una
competición internacional bien merecía este revuelo entre los fans y los medios de comuniación, máxime
cuando el equipo estaba formado por algunos de los mejores baloncestistas de
todos los tiempos, diez de ellos incluidos en la selección de cincuenta
jugadores que la NBA realizó con motivo de su cincuentenario en 1999.
Sin embargo, antes de eso, todavía quedaban unos días de
cierta tranquilidad, entrenamientos e intensa convivencia en Montecarlo. En
medio del lujo del principado mediterráneo, los jugadores aprovecharon para
relajarse jugando a las cartas o al golf, gran pasión de Jordan y Daly, lo que
les ayudó a mejorar su relación, y para ir desarrollando una mejor relación
entre ellos, lo que dio lugar a amistades impensables antes de la preparación.
Sin embargo, aún quedaban algunas asperezas que limar para mejorar la química
del equipo. Y es que el doble liderato de Jordan y “Magic” daba lugar a
habituales piques y concursos de habilidades en los entrenamientos, una
rivalidad que la estrella de Chicago no llevaba nada bien y que el base de los
Lakers acrecentaba con su habitual sentido del humor (un ejemplo se produjo en
una sesión de fotos junto a Jordan y Bird, en la que Johnson dijo en tono de
broma “no voy a acercarme demasiado a Michael no vaya a ser que piten falta”).
Para solucionar esta disputa, Daly propuso un partido entre ambos jugadores
junto a los cuatro compañeros que eligieran. Para desgracia de “Magic”, el
entrenamiento concluyó con victoria para el equipo de Jordan, después de que el
escolta diera lo mejor de sí mismo para demostrar que era el jugador más
determinante del momento.
Con todas las rencillas solventadas y una química a prueba
de bombas, la competición se inició en Barcelona y el equipo de ensueño no hizo
sino lo que se esperaba de él. El 116-48 con el que iniciaron su participación
ante Angola fue el preludio de un campeonato inmaculado, con un juego dominado
por la velocidad en ataque, ya fuera en contraataques o en rápidos ataques posicionales, y una defensa intensa, promediando más de 117 puntos por partido,
superiores aunque siempre respetuosos con los rivales. Solamente Toni Kukoc,
sobredefendido por un un motivado y celoso Pippen antes de su llegada a los
Bulls en el partido de la fase de grupos, y algunos jugadores interiores de
Angola, que pagaron los malos humos de Barkley, pueden tener queja del Team
USA, más allá del maltrato baloncestístico al que sometieron a todos sus
oponentes (Angola, Alemania, Brasil, España, Puerto Rico, Lituania y Croacia en
dos ocasiones).
El colofón final tuvo lugar el 8 de agosto de 1992, tras un
partido contra Croacia en la que, a pesar de ponerse por encima mediada la
primera parte, los balcánicos no pudieron hacer nada contra el poderío
norteamericano y sucumbieron por 85-117. Una medalla de oro más que previsible
pero más que deseada y un espaldarazo sin parangón para la popularidad en todo
el mundo de la NBA y del baloncesto en general.
Epílogo
Subidos al podio para recibir las medallas, dos jugadores
que lo han sido todo para el deporte de la ‘pelota gorda’, “Magic” Johnson y
Larry Bird, se despedían para siempre de la práctica deportiva. El primero, ya
apartado de la profesionalidad la temporada anterior al conocerse que era
portador del virus del SIDA aunque aún capaz de sorprender a propios y
extraños. El segundo, castigado por las lesiones y lejos de la genialidad que regalara
años antes a los habituales del Boston Garden. “Éste es el final. Así es como
quiero acabar”, reconoció haber pensado la eterna sonrisa de los Lakers
mientras escuchaba “Star splangled banner” en el Palau Olimpic de Badalona.
Laettner tuvo unos años buenos en Atlanta y para de contar.Me jode que no llevaran a Shaquille O`Neal.
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