La noche del 27 de junio de 1991, Jure Zdovc abandonaba el
hotel de Roma en el que la selección yugoslava de baloncesto se concentraba
durante el Eurobasket de la ciudad eterna. Lo hacía antes de tiempo, sin
entender muy bien las razones y rumbo a su Eslovenia natal, declarada estado
independiente apenas unos días antes. Esta importante baja, tanto por el peso
del jugador dentro de la cancha como por su papel como parte del grupo, no fue
óbice para que la representazija se impusiese a Francia y a Italia para
volver con la medalla de oro al cuello, pero significó el preludio de una
‘muerte anunciada’, la de una impresionante generación baloncestística que, a
partir de entonces, no volvería a competir bajo la misma bandera.
Tres años de oro
En aquel equipo que se subió a lo alto del podio en Roma se
encuentran algunos de los jugadores que dominaron el panorama continental
durante la siguiente década, algunas de las más rutilantes estrellas europeas
de la NBA y algunos ídolos de los últimos años de los ochenta. Nombres como
Toni Kukoc, Dino Radja, Drazen Petrovic, Vlade Divac, Sasha Djorjevic, Pedrag
Danilovic o Zarko Paspalj habían ido configurando una escuadra de ensueño,
protagonista de un juego espectacular con multitud de posibilidades y capaz de
adaptarse a cualquier circunstancia de partido, un elenco de artistas que se
mostraban superiores a cualquier rival tanto por talento como por físico. Un
baloncesto destinado a renovar las anquilosadas estructuras de las selecciones
europeas, dominadas por el juego físico y previsible de la URSS durante
demasiados años, si bien apenas pudieron verse los primeros compases de esta
sinfonía debido a las tensiones nacionalistas y a los posteriores procesos
bélicos que dividieron Yugoslavia en cinco repúblicas independientes en el
primer lustro de los años 90.
El éxito de Roma, conseguido con una superioridad casi
aplastante (ganando todos los partidos, salvo el primero, por al menos 15
puntos), no era una casualidad, sino que la escuadra plavi había iniciado una
deslumbrante racha de éxitos, primero en categorías de formación y, más tarde,
en campeonatos absolutos gracias a la irrupción de una generación de jóvenes
talentos destinados a completar el genio competitivo de Petrovic. De este modo,
el Eurobasket de Zagreb de 1989 supuso un paseo militar para el equipo dirigido
por Dusan Ivkovic, con un juego alegre y dado al contraataque y las posesiones
cortas pero efectivas, apoyado en una defensa intensa e incansable. Un año
después, la selección yugoslava también gana con contundencia el Mundial de Argentina, esta vez con un baloncesto algo más lento, pero igualmente efectivo,
dada las bajas de jugadores como Djorjevic o Radja. Con anterioridad, y ya
incluyendo algunos jugadores de la nueva generación aunque aún con Petrovic
como líder y referencia indiscutible, Yugoslavia se había hecho con la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl’88, además del bronce en el Europeo de
Atenas en 1987 y en el Mundial de España de 1986, campeonatos con menor peso de
los jóvenes talentos y dirigidos por Kresimir Cosic.
Sin embargo, gran parte de los jugadores venían pisando
fuerte desde muchos años antes. Bajo las órdenes de Svetislav Pesic en
categoría junior y en campeonatos anteriores en campeonatos juveniles, gran
parte de esta plantilla, jugadores como Paspalj, Kukoc, Divac, Radja o Arijan Komazec
tenían una larga colección de oros. Una larga consecución de éxitos que hacía
prever que la década de los 90 tendría la bandera yugoslava en lo alto del
podio en todos los torneos internacionales de baloncesto.
La marcha de Zdovc por orden ministerial en 1991 se unía a
la polémica generada en la celebración del campeonato mundial de 1990, cuando
Divac arrebató a un seguidor una bandera croata y la lanzó al suelo, como las
claras muestras de que aquella generación dorada que se había ido gestando durante
varios veranos de concentraciones y campeonatos en diferentes categorías,
aquella que apenas había mostrado sus primeros destellos, iba a desaparecer por
la desintegración política de Yugoslavia. Una medalla de oro al cuello servía
de despedida para un sueño deportivo del que estos jugadores se habían
despertado por cuestiones ajenas al juego de la ‘pelota gorda’.
Después de la explosión
La declaración de independencia de Eslovenia fue seguida
inmediatamente por la de Croacia, iniciando un proceso de tensiones
diplomáticas y de guerra entre las diferentes repúblicas tendentes a la escisión.
Si políticamente la creación de los nuevos países era aceptada con mayores o
menores reparos por la comunidad internacional, la gestión deportiva no iba a
ser menos y las naciones recién independizadas pronto presentaron sus
combinados a los torneos internacionales.
Yugoslavia, que entonces se correspondía con las repúblicas
federales de Serbia y Montenegro y las provincias autónomas de Kosovo y
Vojvodina, disputando además territorios de Croacia y Bosnia, que fue vetada de
las competiciones deportivas internaciones entre 1992 y 1994 por mandato de la
ONU como castigo por la represión armada de los procesos nacionalistas, si bien
el resto de países sí presentaron sus equipos y deportistas a los torneos de
los siguientes años, como los Juegos Olímpicos de Barcelona’92.
En este panorama, la primera de las nuevas selecciones en
reverdecer los laureles de la ya extinta Yugoslavia unida fue Croacia, que
consiguió una meritoria medalla de plata en los JJOO de 1992. Frente al Dream Team de Estados Unidos, el primer equipo con jugadores NBA que compitió en un
torneo internacional, el brillo de jugadores como Kukoc, Petrovic, Komazec o Radja, la mitad de la generación dorada, no fue suficiente, si bien su segundo
puesto fue logrado con una clara superioridad sobre la mayor parte de los
rivales. Aún con la guerra en marcha, y a pesar del golpe que supuso la muerte
de Petrovic, el equipo dálmata consiguió prolongar resultados razonablemente
buenos en las siguientes citas internacionales, mientras duró la gran
generación. De este modo, consiguió las medallas de bronce en los Eurobasket de
1993 y 1995, ganados por Alemania y la nueva Yugoslavia, y en el Mundial de
1994, con Estados Unidos como campeón. Desde entonces, y a pesar de que la
cantera croata, al igual que la del resto de países balcánicos no ha dejado de
generar buenos jugadores, los dálmatas no han repetido éxito, a pesar de no
haberse perdido ninguna de las grandes citas continentales y haber competido en
los JJOO de Pekín’08 y en el Mundial de 2010, ahora con jugadores como Marko
Tomas, Zoran Planinic, Gordan Giricek, Damir Mulaomerovic o Nikola Vujcic.
Una vez cumplida la sanción de la ONU, la federación
yugoslava, representada únicamente por los jugadores de Serbia y Montenegro,
tuvo un retorno glorioso con siete medallas en ocho años, apurando los jóvenes
talentos de los campeonatos de 1989, 1990 y 1991 e incorporando algunas nuevas
perlas baloncestísticas con el paso de los años, como Dejan Bodiroga o Pedrag
Stojakovic. Su primer torneo internacional, el Eurobasket de 1995, se saldó con
una victoria liderada por Divac y Djorjevic y un reflejo de la tensa relación
existente debido a la Guerra de los Balcanes, cuando los jugadores croatas
abandonaron el podio cuando la selección yugoslava iba a recibir la medalla de
oro. La racha victoriosa de los Paspalj, Danilovic, Tomasevic y demás estrellas plavi se prolongó con la plata en los JJOO de Atlanta’96, con una final perdida
ante EEUU; nuevos oros en los Eurobasket de 1997 y 2001, el bronce en el
campeonato continental de 1999 y las incontestables victorias en los Mundiales
de 1998 y, sobre todo, de 2002 en Indianápolis, el último triunfo de los supervivientes de la generación dorada con incorporaciones como Marko Jaric o
Igor Rakocevic.
Tras esta secuencia de éxitos, que le colocan como el principal dominador del baloncesto internacional durante una década, la federación ha perdido su antigua
denominación, compitiendo como Serbia y Montenegro hasta 2009 y como Serbia,
tras la escisión de la pequeña república balcánica, desde entonces. El mejor
resultado de la nueva generación, comandada por Milos Teodosic, Novica
Velickovic y Nenad Krstic, entre otros, ha sido la plata conseguida frente a
España en el Eurobasket de 2009 y el cuarto puesto en el Mundial de Turquía un
año después, eliminando a su verdugo en el campeonato anterior en los cuartos de final.
Peor suerte han corrido el resto de selecciones surgidas de la
desaparición de Yugoslavia. Eslovenia, con una mayor tradición baloncestística,
sí que ha partiicpado en todos los Eurobasket celebrados desde entonces, así
como en dos Mundiales. El nivel competitivo se ha elevado desde mediados de de
la primera década del siglo XXI; gracias a jugadores como Goran Dragic, Bostjan
Nachbar o Erazem Lorbek, si bien el mejor resultado ha sido el cuarto puesto en
el Eurobasket de 2009.
Bosnia Herzegovina y Macedonia siempre han tenido un papel
secundario en el baloncesto desde su separación de Yugoslavia. Los bosnios sí
que han participado en siete de los diez Eurobasket celebrados desde su
fundación, pero su mejor clasificación ha sido caer en cuartos de final, mientras
que los macedonios, con apenas tres apariciones en los torneos continentales,
sí se han colado en las semifinales para lograr un meritorio cuarto puesto en
2011, gracias en gran parte a la incorporación del norteamericano nacionalizado
Bo McCalleb. Por su parte, Montenegro, la última federación en nacer al ser el
país más ‘joven’ de los Balcanes, aún no ha tenido opción de defender su
bandera en uno de los grandes campeonatos.
Material de interés:
"Sueños robados. El baloncesto yugoslavo", de Juanan Hinojo
Montenegro está a punto de clasificarse para el próximo Eurobasket y ojito a lo que podría decidir Nikola Mirotic,esto es,jugar con España o con su país natal.
ResponderEliminarEn el caso de Croacia ya veremos qué tal salen Saric y cía.