Muchos son los casos en el mundo del deporte en general, y
del baloncesto en particular, en los que las altas cotas de excelencia
alcanzadas por una figura indiscutible ensombrece el trabajo callado de
familiares y amigos que iniciaron su andadura de forma simultánea o, incluso,
antes. Esa es la historia de Aleksandar Petrovic, el otro Petrovic, el que
pasará a la historia como el hermano del Mozart del baloncesto, del genio de
Sibenik, del inolvidable Drazen.
Cinco años mayor que el astro que vino a revolucionar el
juego en Europa, Aleksandar era también un apasionado del baloncesto y era
habitual verle con el balón naranja entre las manos. Prácticamente diarios eran
sus entrenamientos en la calle Predarovic de Sibenik, frente al hogar familiar,
donde el pequeño Drazen daba también sus primeros pasos baloncestísticos en una
eterna y desigualada competición con su hermano mayor, un playground callejero que el mayor de los Petrovic cambió a los 13
años por el pabellón del Sibenka, donde culminaría su etapa de formación e iría
quemando etapas hasta llegar al primer equipo. Poco a poco, la fama de
Aleksandar fue creciendo, sobre todo cuando el Sibenka fue ascendiendo a
categorías superiores de la mano de un base-escolta con un gran conocimiento
del juego y un deseo irrefrenable por la victoria.
Estos buenos argumentos, así como el sorprendente ascenso
del modesto club de Sibenik a la primera división yugoslava en apenas seis años
de existencia, le valieron su fichaje por la Cibona de Zagreb, un equipo siempre
metido en la lucha por los primeros puestos de la clasificación pero que no
terminaba de concretar su competitividad en forma de títulos. Este traspaso,
que también sirvió para ir abriendo las puertas del primer equipo al pequeño de
los Petrovic, fue muy provechoso para Aleksandar, ya conocido por el
sobrenbombre de ‘Aza’ o ‘Aco’. Convertido en el base con más minutos en cancha y en la mano derecha de Mirko Novosel sobre el parqué, la Cibona ganó hasta en
cuatro ocasiones consecutivas la Copa de Yugoslavia entre 1980 y 1983, a lo que
unió una Supercopa de Europa en la temporada 1980/81 y la Liga en los cursos
1981/82 y 1983/84. Y todo antes de que llegara Drazen a terminar de perfilar el
equipo de leyenda de la capital croata.
Entonces llegó el temido momento en el que el pequeño de la
familia, que llevaba varios años deslumbrando a propios y extraños con una
capacidad anotadora incansable y un liderazgo en ocasiones excesivamene
entusiasta, llegara también al equipo de la capital croata después de llevar al
Sibenka a cotas inimaginables para un equipo de tan corta andadura. ‘Aco’ ya
había sufrido lo mejor y lo peor de su hermano menor, en intensos partidos en
los que se demostraba que, en la cancha, no hay amigos ni hermanos. El enfrentamiento
más intenso se produjo en la temporada 1982/83, cuando Drazen se destapó en el
partido de ida en Sibenik con 27 puntos e innumerables gestos de celebración
ante el banquillo rival y su propio hermano, al que consiguió eliminar por
faltas. En el partido de vuelta en Zagreb, el mayor de los Petrovic se tomó
cumplida revancha anotando 20 puntos y sometiendo a su hermano a un defensa
impenetrable, con algunos momentos de tensión en los que tampoco faltaron
algunos gestos desafiantes del victorioso Aleksandar.
A pesar de esta pasada rivalidad, y de que la llegada del
Mozart del baloncesto europeo fuera a trastocar radicalmente los planes de
juego de Mirko Novosel restando protagonismo a todos sus baluartes a favor del
recién llegado, la trayectoria de ‘Aza’ se hará indisoluble de la de su
hermano. Aquella primera temporada con Drazen y Aleksandar al comando de las
operaciones, la Cibona se alzó con un triplete histórico: la Copa de
Yugoslavia, la Liga nacional y, para poner la guinda al pastel, la Copa de Europa,
iniciando con us victoria en la final ante el Real Madrid una de las
rivalidades más encarnizadas del baloncesto de los 80. La siguiente temporada,
el éxito no fue del todo completo, y mucho menos para ‘Aco’, que se perdió
parte de la temporada a causa del servicio militar. A pesar de ello, los Lobos
de Tuskanac, llamados así por el barrio de Zagreb en el que se fundó el club,
se alzaron con la Copa nacional y con el principal cetro europeo, en esta
ocasión ante un Zalguiris Kaunas cuya principal estrella, Arvydas Sabonis,
acabó desquiciado con la actuación del pequeño de los Petrovic.
La competitividad de la Liga yugoslava iba en aumento,
incorporando jugadores que, apenas unos años después, iban a marcar una época
en el baloncesto internacional. Así, después de varios años dominando alguno de
los torneos nacionales, la Cibona concluyó el curso 1986/87 sin levantar ningún
título dentro de sus fronteras, aunque pudo salvar la temporada gracias a la
Recopa de Europa. Después de un torneo resuelto con relativa solvencia por
parte de los croatas, la final no podía dejarse escapar y Scavolini Pesaro no fue un escollo para el equipo de los hermanos Petrovic en un partido que marcó
el futuro del mayor de la familia.
Estas buenas temporadas le llevaron a ganarse un hueco
prácticamente fijo en la selección nacional yugoslava en una época en la que
los plavi estaban en plena reconstrucción entre sus dos décadas doradas. A
pesar de ello, los balcánicos se las arreglaron para presentar equipos
batalladores y no exentos de calidad, asegurándose la medalla de bronce en
cuatro campeonatos durante los 80, los Mundobasket de 1982 y 1986, los Juegos
Olímpicos de 1984 y el Eurobasket de 1987, torneos en los ‘Aco’ tuvo una
importante presencia en la pista, aunque quizás no tanto en las estadísticas.
La llegada de una generación de jugadores talentosos y físicamente superiores
hizo que el mayor de los Petrovic tuviera que dejar su hueco en la selección a
talentos de la talla de Zarko Paspalj, Toni Kukoc, Aleksandar Djordjevic o Jure
Zdovc, entre otros.
De viaje por Europa
El buen papel jugado la final de la Recopa de Europa le
valió un contrato con Scavolini Pesaro, club transalpino derrotado apenas unos
meses antes en Novi Sad. Además, la oferta de la Lega venía con una cláusula
difícil de rechazar, ya que, después de varios años a la sombra de Drazen, el
mayor de los Petrovic volvería a tener galones para dirigir el equipo a su gusto. Y así lo hizo. ‘Aco’ volvió a sentirse estrella en Pesaro, promediando
más de 20,2 puntos por partido (y una presencia en pista esencial para el juego
de los italianos) y alzándose con el título de la Lega. Sin embargo, las
piernas ya no daban para mucho más y el mayor de los Petrovic buscaba ir
allanándose el camino hacia los banquillos, para lo que volvió nuevamente a la
Cibona para una última temporada como jugador, tras lo que vagó por varios
equipos como KK Zagreb, Racing de Luxemburgo o KD Postojna para ganar
experiencia y conocer nuevos sistemas organizativos y de juego.
El salto a de la cancha a los banquillos fue tremendamente
exitoso para el precursor de la familia Petrovic. Así, contratado por la Cibona
desde el año 1991, ‘Aza’ encadenó cuatro títulos seguidos en la recién nacida
liga croata, resultante de un proceso de desmembramiento de la antigua Yugoslavia
que también acabó con la potente competición nacional, además de formar parte
del cuerpo técnico que, capitaneado pro Petar Skansi, ayudó a la selección de Kukoc,
Radja y Drazen a alcanzar la plata en los Juegos Olímpicos de 1992, solamente
por detrás del todopoderoso Dream Team. De hecho, el equipo nacional ha sido
refugio de Petrovic en varias ocasiones en su andadura como entrenador, consiguiendo
la medalla de bronce en el Eurobasket de 1995, cuando los croatas abandonaron
el podio cuando la Yugoslavia serbia acudió a recibir su medalla de oro, y un séptimo
puesto en 2001.
La escasa emoción competitiva de la nueva liga del país adriático
hizo que ‘Aco’ hiciera las maletas buscando nuevas experiencias, recalando en
el Caja San Fernando de Sevilla, equipo que, de la mano de Warren Kidd y
Richard Scott, se coló en las Finales de la ACB en 1996. Nuevo paso existoso
por la Cibona, con los campeonatos de 97 y 98 como recompensa y de vuelta a
España para firmar una decepcionante temporada con el Lleida. Desde entonces, prácticamente
no ha salido de los Balcanes, con un paso por el KK Zadar, al que hizo campeón
de Copa en 2007, la selección de Bosnia Herzegovina y el Cedevita de Zagreb,
cuyo buen papel en la Eurocup de la temporada 2010/11 le valió el galardón de
mejor entrenador de la competición. En esta última campaña, el mayor de los
Petrovic no ha tenido demasiada suerte y ha sufrido un par de marchas tempranas,
una forzada del Unics Kazan y otra voluntaria del Cedevita, club al que llegó
para sustituir a un mito de los banquillos, Bozidar Maljkovic.
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