La Semana Santa ha servido para terminar de definir uno de
los torneos baloncestísticos más frenéticos y emocionantes del mundo. Después
de varias semanas de torneos de conferencia y campeonatos regionales, la NCAA
(National Collegiate Athletic Asociation) ya ha definido quiénes serán los
protagonistas de su cita cumbre, la Final Four, que se celebrará este fin de
semana en el Georgia Dome de Atlanta. Los últimos partidos, que han servido
para reconocer a los conjuntos universitarios que mejor han llegado al tramo
final de la temporada, dejando algunas sorpresas, resultados más abultados de
lo previsto, la certificación del buen trabajo de algunos jugadores y
entrenadores y una ‘Cinderella’ que se ha colado tras derrotar a los dos
mejores equipos de su región.
Louisville había sido uno de los equipos más sólidos a lo
largo de la temporada, con casi un 87 por ciento de victorias a lo largo del
curso. De hecho, a lo largo del torneo de la NCAA había ido deshaciéndose de rivales
con bastante solvencia, con diferencias de 31 y 26 puntos, salvo contra la contestona
Universidad de Oregon, que apenas permitió ocho puntos de distancia. Sin
embargo, durante el partido que daba paso a la Final Four a través del torneo
del Midwest contra la potente Duke, la tremenda lesión del escolta Kevin Ware,
con una fractura múltiple en su pierna, era un obstáculo difícil para los jóvenes
jugadores, así como para su experimentado técnico, Rick Pitino, que no pudo
reprimir las lágrimas al ver la maltrecha pierna de su pupilo y al escuchar su
discurso ante sus compañeros, ya en la camilla y antes de que se reanudara el
partido. “Estoy bien. Ganad el partido”. Hasta el descanso, todo igualado,
aunque Louisville salió del vestuarios como un ciclón, consiguiendo una renta
final de 22 puntos, dejando sin opciones a los de Mike Krzyzewski a varios
minutos del final, cuando el partido se convirtió en un intercambio de
canastas.
Este fue el episodio épico de unas finales regionales que,
por lo general, han sido menos excitantes de lo previsto. Así, después de
derrotar al principal favorito del torneo East, Indiana, por 11 puntos,
Syracuse también fue capaz de deshacerse de Marquette, que le adelantaba en un puesto
en las clasificaciones, por un diferencia de 16 puntos, con Michael Carter-Williams
como principal protagonista. Con semejante facilidad consiguió clasificarse
Michigan, derrotando por 20 puntos a Florida después de haber derrotado a
Kansas, el mejor equipo del South, por 2 puntos y mostrarse bastante regulares
en todo el torneo.
La principal sorpresa de la Final Four de Atlanta será
Wichita State. Los Shockers partían en el noveno puesto del torneo de la región
West, lo que hacía que, para llegar a una hipotética final, tuviera que
medirse, si todo iba como estaba previsto, con los dos mejores equipos de la
temporada en la zona, lo que le convrtía en una de esas ‘Cinderellas’ que se
abren paso a lo largo de la March Madness a pesar de tener que derribar las
torres más altas. Con la defensa como principal baluarte y el juego repartido
en diferentes estiletes ofensivos, Wichita State ganó por seis puntos a la
favorita Gonzaga y, en la final de este fin de semana, a Ohio State, el segundo
en discordia, en un emocionante partido, aunque algo decepcionante en cuanto al
nivel esperado de sus protagonistas.
En la cita de Atlanta, Louisville parte como favorito
gracias al enorme dominio que ha tenido este equipo sobre los partidos durante
toda la temporada. Para ello, los Cardinals cuentan con una defensa bastante
efectiva y con infinidad de variantes, obra del experimenado Pitino, y con la
inspiración anotadora del base Russ Smith, al que se unen el pívot senegalés Grogui
Dieng y el eléctrico base Peyton Siva como segundas opciones. Su rival será Wichita
State, que presenta un promedio anotador algo limitado para intentar revertir
el muro defensivo de los de Pitino. En ataque, a pesar de lo corto de su rotación
y lo repartido de su anotación, los principales referentes serán los poderosos
aleros Carl Hall y Cleanthony Early.
La otra semifinal viene marcada por al efeméride que pretenden rememorar
los Orange Men de Syracuse. Los de Jim Boeheim llegaron hace diez años a la Final Four y, por fin, alzaron el título nacional de la NCAA, en aquella ocasión
liderados por Carmelo Anthony como estrella y con Hakim Warrick como segundo
espada y héroe en la final. El dominio este año no ha sido tan apabullante como
en aquella ocasión, aunque presentan un juego con multitud de variantes y
cuatro puntales que se reparten el trabajo ofensivo: los aleros C. J. Fair y James
Southerland y los escoltas Brandon Triche y Michael Carter-Williams. Enfrente
tendrán a los Wolverines de Michigan, que también reparten de forma bastante
democrática su juego ofensivo. La principal estrella es el base Trey Burke,
aunque el escolta Tim Hardaway Jr. y el alero Glenn Robinson III, ambos hijos
de jugadores NBA de cierto relumbrón en los gloriosos años de mediados de los
90, pueden tomar el testigo anotador y, sobre en el caso del segundo, aportar
trabajo callado, sin olvidar al implacable tirador Nik Stauskas.
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