jueves, 26 de septiembre de 2013

Un tigre en el backcourt

La década de los 90 en la NBA fue una época de especial esplendor en la posición de escolta. Bajo la gigantesca sombra y la dominadora presencia de Michael Jordan se arremolinaban otras jóvenes estrellas y líderes rutilantes como Reggie Miller, Eddie Jones, Latrell Sprewell y, más tarde, Allen Iverson, Ray Allen y Kobe Bryant; las primeras muestras del talento extranjero de la mano de Drazen Petrovic y Shasha Danilovic; viejos rockeros que venían dando el callo desde los 80 como Joe Dumars, Mitch Richmond o Mario Elie, y tiradores infalibles como Jeff Hornacek, Steve Smith, Allan Houston o Dell Curry. En esta larga nómina de hombres exteriores, una lista casi inolvidable para los mitómanos del baloncesto de hace dos décadas, aparece un nombre algo menos brillante pero que, sin duda, dejó una huella importante en uno de los escenarios baloncestísticos más emblemáticos del mundo. El relumbrón de sus contemporáneos no le ha reservado un hueco en el Olimpo, pero el Madison Square Garden aún recuerda a John Starks.

La infancia de Starks no fue precisamente sencilla. Nacido en Tulsa, una de las principales ciudades del estado de Oklahoma, el pequeño John convivió durante su infancia con cuatro hermanos y dos hermanas, casi todos ellos de padres diferentes, un total de siete quebraderos de cabeza para Irene, una madre siempre pendiente de mejorar, en la medida de lo posible, la calidad de vida de su extensa familia. En este contexto, fue uno de sus hermanos mayores el que continuamente le retaba en la cancha de baloncesto, lo que le obligaba a esforzarse al máximo para poder conseguir arrebatarle un balón o meter una canasta, un rasgo de carácter que le acompañaría siempre que pisara el parquet, ese empeño por “jugar como un tigre”, como él mismo lo calificaba. A pesar de este pique continuo, Starks no empezó a jugar al baloncesto de forma organizada hasta su último año de instituto, en Tulsa Central High School, una experiencia finalmente positiva y que le hizo decidirse para intentar convertir el deporte de la pelota naranja en su modo de vida.

Cuatro universidades en cinco años
Sin embargo, la vida no iba a ser sencilla. Inscrito en una universidad de segunda fila, Rogers State College, el entrenador incluyó a Starks en una segunda unidad del equipo de baloncesto, un grupo de jugadores que solamente servían de sparring durante los entrenamientos para la plantilla oficial, sin posibilidad de jugar ni un solo partido. A ello se unían los problemas de conducta, que concluyeron con su expulsión cuando fue acusado del allanamiento de la habitación de un compañero de clase y el robo de un aparato estéreo. Northern Oklahoma College fue la elegida para el segundo curso, durante el que ya tuvo más oportunidades en el equipo de baloncesto. Incluso las autoridades universitarias y deportivas no le pusieron impedimento para que pudiera cumplir los cinco días en la cárcel a que había sido sentenciado por los altercados del curso anterior. Pero la cosa volvió a torcerse al curso siguiente, cuando ya jugaba con continuidad y promediaba más de 11 puntos por partido. Fue entonces cuando Starks fue sorprendido en su habitación fumando marihuana, motivo más que suficiente para la expulsión según las normas de la universidad.

Este segundo tropiezo en su errática conducta parecía dar al traste con sus intentos por hacerse un nombre en el baloncesto universitario, por lo que se buscó un trabajo ‘de verdad’ como dependiente del supermercado Safeway. Su nueva realidad le hizo darse cuenta de sus errores del pasado, por lo que intentó volver a la universidad, esta vez con claro propósito de enmienda para mejorar su formación en la rama de Empresariales. Una vez de nuevo en clase, esta vez en Tulsa Junior College, no pudo dejar pasar la oportunidad de enrolarse nuevamente en el equipo de baloncesto. Su buen rendimiento, en clase y, sobre todo, en la cancha, hicieron que Oklahoma State University, de mayor reputación dentro de la NCAA y su competición baloncestística, pujara por él.

Esta mejora de comportamiento y juego no fue refrendada por los equipos profesionales de baloncesto, que no confiaron en este menudo escolta con pasado problemático en el Draft de 1988. Sin embargo, sí había causado cierta buena sensación en algunos círculos, por lo que finalmente consiguió que los Golden State Warriors de Larry Brown le ofrecieron un contrato. Su primera experiencia NBA no fue demasiado positiva, con muy poca regularidad en sus minutos en cancha, lo que finalmente condujo a que la franquicia californiana le cortara sin terminar el curso. Sin embargo, el sueño ya había tomado forma y, con unos cuantos partidos sobre el parqué de la mejor Liga del mundo, la idea de ser baloncestitsta profesional se había convertido en una realidad al alcance de la mano. Las minoritarias Continental Basketball Association (CBA) y World Basketball League (WBL) fueron su refugio durante una temporada en la que compitió defendiendo los colores de Cedar Rapad Silver Bullets y Memphis Rockers, un trabajo callado que finalmente le valió una segunda oportunidad en la NBA.

El comienzo de una hermosa amistad
Los New York Knicks llamaron a su puerta para que probara en distintos campus de verano y en la pretemporada del equipo. Parecía que la garra derrochada sobre el parqué no iba a ser suficiente, a pesar de lo cual, Starks seguía esforzándose y dejando jugadas espectaculares en cada uno de los entrenamientos. La mala (o buena) suerte quiso que el joven escolta se lesionara la rodilla justo cuando intentaba hacer una acción de gran mérito, de esas que pueden garantizar un contrato en la NBA: un mate sobre Patrick Ewing, estrella del equipo de la Gran Manzana y uno de los pívots más reputados de la Liga. El convenio colectivo impedía que un jugador fuera cortado en caso de lesión e imponía un plazo máximo para asegurar la continuidad hasta final de temporada en caso de que la dolencia se prolongara. Y con esta argucia legal comenzó una de las historias de amor mutuo más intensas del baloncesto profesional, la de John Starks y el público del Madison.

El retorno de Starks a las canchas se produjo mediada la temporada 1990/91, justo en un partido ante los Chicago Bulls y la imponente figura de Jordan. Su intensa defensa sobre la gran estrella de la Liga le hicieron ganarse pronto el beneplácito del público en este primer partido con los Knicks, si bien su participación en el equipo no era aún protagonista. La llegada de Pat Riley al banquillo la temporada siguiente supuso un espaldarazo para el juego de Starks, dado el gusto del nuevo entrenador por el juego físico e intenso del escolta de Oklahoma, que se completaba con otros tipos duros de la plantilla como Charles Oakley y Anthony Mason.

Con “Mr. Gomina” a los mandos y Patrick Ewing como principal referencia ofensiva en el campo, los minutos en el campo y el rendimiento en la pista fueron creciendo, revelándose como un más que decente tirador de larga distancia, una defensor implacable y un buen generador de juego gracias a rápidas y poderosas penetraciones. Además, su entrega y un carácter explosivo también habían ayudado a que los fans le tomaran como referencia en el equipo, alguien que, al margen de sus condiciones técnicas, mostraba un deseo de ganar que, entre los habituales del Madison, se interpretaba como un amor incondicional a los colores. Celebraciones exaltadas, gestos de rabia y confrontaciones con sus defensores y defendidos son aún recordados por algunos seguidores, destacando anécdotas como el enfado de Jordan y Pippen que casi acaba en una pelea, el cabezazo propinado a Reggie Miller que el costó la expulsión o el pateo del balón tras una polémica decisión arbitral.

Sin embargo, a nivel colectivo, los Knicks y su mejorado juego se chocaban siempre con la supremacía de los Bulls en aquellos años, además de las encarnizadas luchas con dos de sus grandes rivales en la década de los 90, Indiana Pacers y Miami Heat. Precisamente uno de los sus enfrentamientos contra los indiscutibles campeones de aquellos años se produjo la jugada que elevaría definitivamente a Starks a los altares de los fans neyorkinos. El 25 de mayo de 1993, con apenas 50 segundos por jugarse en el igualado segundo partido de las Finales de la Conferencia Este en el Madison Square Garden, el escolta cogió el balón, dribló a BJ Armstrong, remontó la línea de fondo y desafió con un potentísimo salto a Horace Grant y Michael Jordan que intentaban taponarle, una jugada que, en el imaginario Knickerbocker se conoce únicamente como “The Dunk”.

Convertido en leyenda para sus propios seguidores, tocaba dar un golpe sobre la mesa de la NBA. Y éste llegó en la temporada 1993/94. Plenamente asentado como titular en el equipo y con una participación importante en minutos, Starks aprovechó el curso para elevar su rendimiento en la pista, registrando el mejor promedio de su carrera en puntos (19), asistencias (5,9) y robos de balón (1,6), cifras que le valieron su selección para la disputa del All-Star Game. Sin embargo, la felicidad no pudo ser completa y una grave lesión le apartó de los últimos meses de competición, algo que, afortunadamente, no arruinó la buena marcha del equipo, que siguió su camino hacia la post-temporada a pesar de la ausencia de su segundo máximo anotador, solamente por detrás de la titánica presencia de Ewing.

Afortunadamente, los plazos de recuperación de la lesión se fueron acortando, de modo que Starks pudo reincorporarse al equipo en los Play-Offs y ser importante en las Finales de la NBA contra Houston Rockets, las primeras de la franquicia neoyorkina en dos décadas. De hecho, después de mostrar un buen rendimiento durante casi todos los partidos, lo que ayudó a conseguir una ventaja de 3-2 para los de Nueva York, el séptimo partido en Houston fue uno de los peores recuerdos para Starks, con apenas dos canastas anotadas en todo el partido y un total de diez tiros fallados solamente en el último cuarto.

La competencia en la Conferencia Este volvía a ser máxima con la llegada de nuevas estrellas y, sobre todo, por el regreso de Jordan a los Bulls después de una retirada de un año y medio. Así, a pesar de que la química del equipo seguía siendo buena, los resultados finales fueron peores que los del año anterior, lo que hizo que el equipo se fuera desmembrando. El golpe más duro fue el fichaje de Pat Riley por Miami Heat, lo que supuso la llegada al banquillo de Don Nelson y la reducción del protagonismo de Starks en beneficio de Hubert Davis, un jugador menos querido por la afición pero con un carácter más dócil y más disciplina táctica. El experimento Nelson duró poco y pronto fue sustituido por Jeff Van Gundy, que volvió a situar a Starks como titular. Sin embargo, los tiempos habían cambiado y era momento de ir reestructurando el equipo, algo que afectó de forma especial al escolta de Oklahoma cuando los Knicks ficharon a Allan Houston, uno de los mejores tiradores de la Liga. Con la titularidad perdido en beneficio del nuevo fichaje, Starks no se desanimó y siguió trabajando con intensidad, aunque con menos presencia en pista. A pesar de ello, sus promedios anotadores se mantuvieron por encima de los 13 puntos por partido, lo que le valió el premio del Mejor Sexto Hombre en la temporada 1996/97.

Despedida y cierre
Tras dos años de suplencia y buenas actuaciones a pesar de la reducción de minutos en pista, los Knicks buscaban nuevas piezas para mantener un buen nivel en la competición. De este modo, Starks fue enviado a cambio de Latrell Sprewell a Golden State Warriors, su primer equipo en la NBA, aunque con una suerte bien distinta a aquella primera temporada tras la universidad. En California, el escolta recuperó la titularidad y vio aumenta sus minutos de juego, aunque sus prestaciones no se vieron muy beneficiadas por este aumento de protagonismo, manteniendo buenas medias aunque mostrando una menor explosividad en sus movimientos y un acierto algo menor en sus tiros lejamos. A pesar de abandonar la Gran Manzana, los aficionados neoyorkinos no olvidaban a su carismático jugador, que ha sido recibido con sonoras ovaciones siempre que ha acudido al Madison, más como público que para jugar. Y así, con unos promedios anotadores menguantes, la carrera de 13 años de Starks en la NBA se fue apagando con un fugaz paso por Chicago Bulls y dos temporadas en Utah Jazz.

Después del baloncesto, la vida de Starks se ha dedicado a los comentarios televisivos de partidos de sus queridos Knicks, a una breve experiencia como entrenador del espectacular slamball, a la inversión en diferentes empresas, la más importante una marca de zapatillas, y, sobre todo, a la creación de John Starks Foundation, una asociación que trabaja en Tulsa y otras localidades de Oklahoma con familias en riesgo de exclusión social o con falta de recursos para una buena alimentación o la educación de los más pequeños.

El eterno '3'

Al no haber conseguido llevarse el gato al agua en las Finales de 1994, John Starks no figura en el Olimpo de jugadores con su número retirado en el Madison Square Garden, como sí lo hacen los héroes de los títulos de 1970 y 1973 o su compañero Patrick Ewing, líder histórico de la franquicia en gran parte de las categorías estadísticas. Sin embargo, el escolta de Oklahoma siempre será el número 3 de los Knicks para muchos aficionados, entre ellos el director de cine Spike Lee, que frecuentemente luce su camiseta en la silla a pie de pista que ocupa desde hace décadas en el pabellón neoyorkino. Los aficionados más jóvenes quizás recuerden mejor a otros que, a pesar de la legendaria presencia de Starks, han decidido llevar este número en los Knicks, como Stephon Marbury, Tracy McGrady o, más recientemente, Kenyon Martin, jugadores que no han conseguido hacer olvidar a ese menudo tirador que lucha “como un tigre” cada posesión.

Información complementaria

viernes, 13 de septiembre de 2013

Sorpresa en la conquista de América

Como suele ser habitual, el campeonato FIBA Américas de 2013 se presentaba algo descafeinado por la renuncia de muchas de las grandes estrellas del continente a participar en esta cita, que servía como torneo clasificatorio para el MundoBasket de 2014 en España. Sin embargo, una vez que se echó el balón al aire, los análisis sobre el papel no sirvieron para nada y la pasión y las ganas de algunas de las selecciones participantes pusieron cierto picante a una cita dominada por las sorpresas, tanto agradables como negativas.

Sin duda, el gran protagonista del torneo ha sido el equipo de México. Después de no clasificarse para el FIBA Américas de 2011 y tener actuaciones más bien discretas en sus anteriores participaciones, la selección centroamericana se presentaba en el torneo sin ningún tipo de presión y como invitada por la organización. Sobre la cancha, las cosas serían diferentes a lo previsto, con tres victorias en los primeros partidos, todas ellas con bastante solvencia, y un único tropiezo contra Argentina. Ya en estos primeros compases del campeonato, la figura de Gustavo Ayón se erigió como pieza central del juego mexicano, con muchos minutos de presencia en pista y una importancia capital en el juego en ambos lados de la cancha. La segunda fase comenzó un poco peor, encadenando una derrota ante Canadá, aunque se pudo solventar el paso a las semifinales con victorias en los tres partidos restantes, lo que suponía la clasificación de los mexicanos para el Mundial de 2014, dando además una buena imagen. La selección dirigida por el español Sergio Valdeolmillos tenía dos partidos para seguir soñando con la tranquilidad de tener el trabajo bien hecho y haber superado con creces las expectativas. Con esta tranquilidad, México supo vengarse de su único verdugo en primera ronda, Argentina, y clasificarse de esta manera para su primera final de este torneo. Puerto Rico sería la última víctima en un partido con multitud de alternancias en el marcador y que se decidió por apenas dos puntos. El éxito de los mexicanos se debe a un juego que, a excepción del liderazgo absoluto de Ayón y de un destacado papel secundario de Orlando Méndez por fuera y Héctor Hernández Gallego por dentro, es muy coral tanto en ataque como en defensa, con una implicación total de los jugadores, incluyendo aquellos que han tenido una presencia testimonial.

De este modo, Puerto Rico se quedó a las puertas del que parecía que iba a ser su torneo. Invicto en la primera fase, el equipo boricua buscaba imponerse gracias a un juego ágil y rápido, con muchas posesiones y una gran cantidad de posibilidades en ataque. Renaldo Walkman ejercía de líder en la anotación, mientras que el ritmo del juego lo marcaban dos jugadores imaginativos y resolutivos, J. J. Barea y Carlos Arroyo. Un juego atractivo pero que, tras un inicio deslumbrante, sufrió tres derrotas, dos en la segunda fase y una en el partido definitivo, un encuentro en el que los portorriqueños lucharon con todas sus fuerzas para remontar las ventajas de México, aunque finalmente sucumbieron en un último cuarto de mucho acierto.

Con ese mismo sabor de boca agridulce vuelven los jugadores de Argentina. A pesar de que la Generación Dorada estaba únicamente representada por Luis Scola, los albicelestes confiaban en que fuera suficiente la presencia de jugadores que ya habían entrado en al dinámica del equipo en anteriores campeonatos, la dirección experta de Julio César Lamas y la costumbre reciente de que Argentina es un equipo victorioso. Sin embargo, desde muy pronto el juego argentino dio síntomas de cierta endeblez, teniendo que echar mano del oficio y las ganas para sacar adelante muchos partidos, a pesar de lo cual se llevan el bronce colgado al cuello. Scola ha rayado a buen nível, Juan Gutiérrez ha hecho su trabajo sin rechistar y Facundo Campazzo se ha erigido en líder y conductor del juego demostrando que, con algo menos de talento que sus predecesores (Pepe Sánchez, Pablo Prigioni o Alejandro Montecchia), sí tiene carácter y desparpajo de sobra para guiar el juego albiceleste en el futuro. Sin embargo, el relevo generacional que se esperaba de otros jugadores no se ha producido aún y, salvo Selem Safar y algunos momentos de Marcos Mata, el futuro sigue siendo una incógnita para los argentinos.

El cuarto clasificado para el MundoBasket de España es la República Dominicana, que alcanzó las semifinales con cierta solidez. Al igual que Puerto Rico, los dominicanos basaron su juego en las transiciones rápidas y, por tanto, la multiplicación de posesiones y opciones de ataque, jugándose la mayor parte de los tiros al acierto del tirador Francisco García, las penetraciones de james Feldeine y el trabajo interior de Eulis Báez.

Aparte de las selecciones que han conseguido la medalla o la clasificación para el Mundial, hay otros equipos que pueden poner buena nota a su participación en este FIBA Américas de Caracas. La selección anfitriona, Venezuela, ha conseguido dar más de una sorpresa a equipos a priori más fuertes gracias a una gran motivación y a pesar de no contar con Greivis Vásquez, su jugador más talentoso. Así, los vinotinto estuvieron a punto de colarse en las semifinales gracias a un juego muy coral y a los arrebatos anotadores y de calidad del nacionalizado Donta Smith. Por su parte, Uruguay también ha conseguido sacar algunos buenos resultados gracias a un plantel bastante experimentado y con las jerarquías claras. Esteban Batista era el principal referente en ataque, mientras que Leandro García tenía licencia para acaparar balón y tiros en sistemas dirigidos por el joven Fitipaldo y el veterano Mazzarino.

Jamaica y Canadá se han encargado de dar algo de emoción a la segunda fase con alguna victoria inesperada y un buen trabajo sobre la cancha, sobre todo en el caso de los canadienses, que contaban con varios jugadores con experiencia en NBA y en Europa, como Cory Joseph, Joel Anthony, Andy Rautins, Levon Kendall o Tristan Thompson, para armar un equipo rocoso y conjuntado. Por su parte, Paraguay fue el convidado de piedra en este torneo, con el equipo más débil del campeonato, compuesto por jugadores que no han salido de su país.


Sin embargo, la gran decepción del FIBA Américas ha sido Brasil. Acostumbrado a estar presente en la lucha pro las medallas y sin problemas para clasificarse para MundoBaskets y Juegos Olímpicos, los cariocas han jugado el peor torneo de su historia, contando todos sus partidos por derrotas. Es cierto que el potencial de su plantilla se encontraba bastante mermado con respecto a otras citas internacionales, si bien esta selección suele contar con bajas para el torneo continental y nunca ha protagonizado un papel tan discreto. Marcelino Huertas era el nombre más brillante en un plantel compuesto principalmente por jugadores que compiten en Brasil y que presentaba un juego interior muy mermado con respecto al potencial que habitualmente tiene. Sin Splitter, Varejao y Nené, ni siquiera Vitor Faverani ha acudido a la llamada de la selección, que se ha jugado la clasificación para el Mundial con la eterna promesa de Caio Torres y Rafael Hettsheimer, inutilizado durante toda la temporada en el Real Madrid. Imprecisiones, nervios y falta de fe han lastrado al equipo de Rubén Magnazo, que tendrá que esperar las buenas intenciones de la FIBA para recibir una invitación para la ciudad internacional de 2014.

Todos los resultados y estadísticas en la web oficial del torneo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Los ‘segundones’, a sacar brillo a la Corona de Europa

El EuroBasket de Eslovenia decidirá, como ocurre cada dos años, cual es la cantera europea de jugadores de baloncesto más en forma del momento. Sin embargo, las lesiones, la veteranía y los contratos NBA, entre otros motivos, han hecho que esta sea una de las ediciones del campeonato de selecciones con mayor número de bajas de renombre. De este modo, muchos de los equipos han tenido que rehacer sus esquemas, replantear sus expectativas y dar una vuelta de tuerca a su libro de jugadas, ya que, en muchos casos, serán los ‘segundones’, jugadores que otrora ocuparan un rol menos protagonista o jóvenes talentos en busca de su confirmación, quienes tendrán que tomar las riendas de sus equipos y reivindicar el brillo de la Corona de Europa, empañado sobre el papel por la cantidad y la entidad de las ausencias anunciadas.

Antes de que se lance el balón al aire, y a pesar de que las selecciones más potentes son las que más bajas de renombre presentan, apenas un pequeño grupo de equipos parece lo suficientemente fuerte, ya sea por juego, plantilla o dinámica en los últimos campeonatos, como para luchar por las medallas. España, como defensora del título y a pesar de que los MVP de los pasados EuroBasket, Pau Gasol y Juan Carlos Navarro, no sean de la partida, y Francia, uno de los equipos más físicos y finalista hace dos años, son los que parten con más posibilidades, aunque la habitual competitividad de las escuadras griega y lituana puede acercar el oro a estos lugares. Además, Eslovenia puede intentar estrenarse en el medallero de la competición aprovechando su condición de anfitrión, mientras que Croacia parece estar lista para poner fin a su continua reconstrucción y a la sequía de perseas que dura ya desde 1995. La siempre competitiva Grecia también llega dispuesta a plantar batalla con un equipo que incluye a varios de los dominadores de las dos últimas ediciones de la Euroliga y una plantilla de jugadores batalladores y con oficio.

Los equipos. Grupo A
Francia se presenta en esta ocasión con un equipo algo mermado en lo que a su juego interior se refiere, aunque no parece que las piezas de recambio vayan a reducir mucho la capacidad atlética y las posibilidades de juego rápido y con alternativas en el ataque. Sin Joakim Noah, Kevin Seraphin, Ali Traoré, Ronnie Turiaf y Ian Mahinmi, la pintura será organizada por el capitán, Boris Diaw, que será el encargado de moldear a los ‘nuevos’ (Alex Ajinça, Joffrey Lauvergne y Johan Petro) para que puedan desempeñar las funciones de los que ahora faltan. Los líderes sobre la pista estarán, sin embargo, fuera de la línea de tres puntos, con Tony Parker como catalizador principal del juego, Mickael Gelabale y Nicolas Batum aprovechando su superioridad física en ambos lados de la cancha y Nando de Colo como referencia indiscutible de una segunda unidad francesa, que contará con la dirección de Thomas Heurtel y el músculo de Florent Pietrus y de Charles Kahudi.

El caso de las bajas se ceba especialmente con el equipo de Gran Bretaña, ya que gran parte de sus posibilidades de mejorar en algo su anterior participación pasaban por la presencia de Luol Deng y de un juego interior nada desdeñable con jugadores como Joel Freeland, Pops Mensah-Bonsu y, en menor medida, el retirado Robert Archibald y el lesionado Daniel Clark. Devon Van Oostrum y Kieron Achara tratarán de echarse a la espalda un equipo que, a priori, no cuenta con los mimbres necesarios para competir en condiciones.

Tal y como ocurre en el caso británico, las exiguas posibilidades de llegar a algo de una selección de Alemania cada vez más mermada pasaban por la participación de sus jugadores NBA. Pero sin Dirk Nowitzki ni Chris Kaman y una plantilla cada vez más renovada debido a la retirada de algunos viejos rockeros que protagonizaron los buenos resultados de la década anterior, los germanos no han de hacerse muchas ilusiones. Se trata de un equipo joven y muy voluntarioso, pero al que le falta algo de velocidad a la hora de ejecutar los sistemas y algunas de esas pillerías que te dan los años. Heiko Schaffartzik, seguramente desplazado a la posición de escolta para aprovechar su capacidad anotadora, y Tibor Pleiss en la pintura serán las dos referencias de un equipo que puede dar alguna alegría a su país en los próximos años (y una muy grande si la cantera teutona alumbrara un nuevo Nowitzki).

Tanto Ucrania como Bélgica pueden conformarse con el premio de estar incluidas en el torneo final del Eurobasket, aunque el nivel de clase media-baja del grupo puede hacer que se cuelen en la segunda ronda. Los bálticos se presentan con la intención de correr o, al menos, jugar lo más rápido posible. Para ello, cuenta con el nacionalizado Pooh Jeter, que dirigirá el juego de los ucranianos, y el tirador impenitente Sergii Gladyr, máximo anotador del equipo, aunque adolece de bajas en un juego interior que, ya de por sí, no era demasiado impresionante. Los belgas, por su parte, dejarán el juego en manos de Axel Hervelle, Maxime De Zeeuw y Sam Van Rossom, aportando pocas alternativas más, aunque puede que suficiente para asustar a alguno de los equipos del grupo.

Israel es la principal incógnita del grupo. Por nombres, esta plantilla no debería tener ningún problema para pasar la primera ronda y, una vez en el segundo grupo, empezar a soñar con meterse en las eliminatorias. Sin embargo, la endeblez de su juego, una cierta improvisación en sus formas y un juego interior bastante corto pueden hacer florecer las dudas, sobre todo si aparece alguna derrota inesperada. Omar Casspi está llamado a ser la referencia en un equipo en el que Yogev Ohayon dirige, el nacionalizado Alex Tyus guarda la pintura, Guy Pnini tira y Lior Eliyahu se reserva los momentos de inspiración.

Grupo B
Lituania y Serbia son las dos selecciones que deberían dominar este grupo, si bien cada una de ellas se encuentra en un momento distinto. Los bálticos presentan a sus estrellas con cartel NBA y generosas en centímetros, Linas Kleiza, Donatas Montejunas y Jonas Valanciunas, como principales baluartes, junto a un equipo en el que hay unas cuantas caras nuevas, algunas piezas talentosas con experiencia y peso en la selección, como Mantas Kalnietis y Martynas Pocius, y un frontcourt curtido en mil batallas, con los hermanos Lavrinovic y Robertas Javtokas. Puede echarse de menos ese liderazgo, más ‘mediterráneo’ que báltico, de Sarunas Jasikevicius, sobre todo en momentos de cierto atasco, así como la veteranía de otros habituales, aunque nadie puede dudar de la competitividad y la tradición baloncestística de Lituania, siempre seria y aspirante a todo.

El caso de los balcánicos es distinto. El seleccionador Dusan Ivkovic ha iniciado el enésimo relevo generacional de Serbia. Nenad Krstic es el jugador con más galones y gran parte del juego orbitará a su alrededor, mientras que Stefan Markovic y Nemanja Bjelica tendrán que dar un paso al frente dentro de la comandancia de la selección. Y es que, con una convocatoria de jugadores de entre 19 y 22 años, las bajas repentinas de Vladimir Lucic y Milos Teodosic parecen un poco más graves. A pesar de que el potencial de la selección parece reducirse si se compara con las plantillas de otros campeonatos, que contaban con piezas muy versátiles como Marko Keselj, Novica Velickovic o Dusko Savanovic, no hay que dudar de la capacidad de motivación y dirección de Ivkovic, de la experiencia de los tres ‘viejos’ de esta selección y del inagotable talento y los extraordinarios resultados del método de trabajo de la cantera balcánica. Ya en 2009, con un equipo formado por jugadores casi imberbes, se plantaron en la final y derrotaron a la futura campeona, España, en el primer partido.

La tercera plaza del grupo se disputará principalmente entre las otras tres selecciones balcánicas del grupo. Así, Macedonia intentará volver a sorprender con el juego aguerrido y los arranques de talento de Bo McCalebb que le llevaron a las semifinales en 2011. La estructura del equipo sigue siendo la misma, con Pero Antic como segundo espada, y su carácter al saltar a la pista también, aunque puede que el factor sorpresa de hace dos años ya no les valga. Por su parte, Montenegro tendrá que hacer fuerte su juego interior, su principal baza a pesar de la baja de Nikola Pekovic, e intentar minimizar las carencias en el perímetro. Bosnia Herzegovina parece el rival más débil del grupo balcánico, aunque una buena racha de Mirza Teletovic, máximo anotador del equipo, o el esperado salto de calidad de Nihad Djedovic podrían dar alguna que otra sorpresa a sus contendientes, todo ello al ritmo que marque el base nacionalizado Zach Wright.

El último contendiente en este grupo es Letonia, que seguramente sea uno de los sacrificados en la primera fase. Sin Andris Biedrins, jugador en franca decadencia en su carrera NBA, el juego letón resulta un tanto previsible, siempre buscando a Kaspars Berzins en el interior o a Janis Blums en el exterior. La sorpresa puede llegar de la mano de Janis Strelnieks, un base joven que ganará protagonismo en la rotación y que puede intentar imprimir algo de frescura al juego de su selección.

Grupo C
Se prevé que España sea el dominador de este grupo. Sin Pau Gasol y Juan Carlos Navarro, líderes sobre la pista de este equipo, le toca a sus sustitutos naturales dar un paso adelante. Marc Gasol ya lo está haciendo, a pesar de que su juego no es tan efectivo en ataque como el de su hermano, aunque sí más dado a la ayuda a los compañeros en ambos lados de la pista. Rudy Fernández, por su parte, no termina de ser el jugador total al que se lleva esperando casi un lustro, aunque sin duda cumple con buena actitud defensiva y rachas irregulares de acierto anotador, quizás el mayor de los problemas que puede presentar la selección. Y es que, salvo por la sobriedad de José Manuel Calderón, el ordenado caos de Sergio Rodríguez, en ocasiones malinterpretado por sus compañeros, y las aportaciones ocasionales de Álex Mumbrú y Fernando San Emeterio, el juego de España en ocasiones parece abocado a las ráfagas de inspiración de los jugadores. Ricky Rubio puede parecer el mejor base del mundo o un aprendiz con apenas unos segundos de diferencia, Sergi Llull rema muy bien a favor de corriente pero le falta cierto carácter para echarse el equipo a las espaldas en momentos malos, Germán Gabriel necesita más minutos de los que va a disponer para ofrecer lo mejor de su juego y Víctor Claver sigue haciendo esperar su mejor versión, esa que se deduce de sus inmejorables condiciones para este deporte pero que, quizás por falta de sangre competitiva, nunca se ha llegado a ver.

Croacia y Eslovenia se encuentran en un punto de inflexión importante. Por un lado, los dálmatas parecen presentar un equipo sin demasiadas fisuras por primera vez desde los tiempos gloriosos de Petrovic, Kukoc y Radja, aunque evidentemente este nivel es difícil de alcanzar. En esta ocasión, el referente interior es Ante Tomic, muy mejorado después de su primera temporada en Barcelona, mientras que la amenaza exterior pasa por Roko Leni Ukic, todo ello con la inestimable ayuda de Bojan Bogdanovic, que puede ejercer como jugador total desde la posición de alero. Además, la rotación no se antoja precisamente corta, por lo que jugadores como Luka Zoric, Luksa Andric y Damir Markota en la pintura y Dontaye Draper y Krunoslav Simon en el perímetro van a ser de gran ayuda en el conjunto de Jasmin Repesa.

Eslovenia, por su parte, está viendo como una de sus generaciones de más calidad va envejeciendo. Beno Udrih renuncia a la selección, como suele ser habitual, pero Maljkovic no podía contar a priori con la baja de Erazem Lorbek, una de las referencias dentro del vestuario y encima del parqué. De este modo, Goran Dragic marcará el estado de salud del juego esloveno, siempre apoyado por jugadores con oficio, como Jaka Lakovic y Uros Slokar, y el genio y la polivalencia de Bostjan Nachbar. En la pintura, un importante termómetro de hasta donde puede llegar Eslovenia en las eliminatorias está en las actuaciones de Mirza Begic, que debe demostrar que está a la altura del contrato que acaba de firmar.

El grupo se completa con una República Checa aún inmersa en un relevo generacional entre los veteranos Jiri Welsch y Lubos Barton, que han mutado su papel en el equipo con el paso de los años, y los jóvenes Tomas Satoransky y Jan Vesely, la estrela absoluta de este combinado; una Polonia que intentará imponer los centímetros y la fuerza de jugadores como Maciej Lampe, Marcin Gortat y Michal Ignerski y saber usar con moderación los arrebatos anotadores del nacionalizado Thomas Kelati, y una Georgia que cuenta con jugadores desequilibrantes, como Manuchar Markoishvili y Ricky Hickman, y con oficio, como Victor Sanikidze y Giorgi Shermadini.

Grupo D
El último grupo es el de las incógnitas. Quitando a las dos selecciones nórdicas, Finlandia y Suecia, los otros cuatro equipos tienen posibilidades de hacerse un hueco en la segunda ronda e, incluso, en las eliminatorias, aunque deberán sobreponerse a diferentes problemas, desde las bajas que afectan a la gran mayoría de selecciones a periodios históricos difíciles en sus federaciones.

Parece que Grecia parte con cierta ventaja en este grupo. Hace ya varios campeonatos que no pueden contar con dos de las joyas más brillantes de su última generación dorada, Theo Papaloukas y Dimitris Diamantidis, por lo que se han habituado sobradamente a jugar sin ellos. El mariscal de campo es, sin duda, Vassilis Spanoulis, que se verá rodeado de un buen grupo de jugadores cumplidores y experimentados. Ioannis Boroussis será el referente en la pintura, donde también se darán cita Kaimakoglou, Mavrokefalidis, Printezis y Fotsis, mientras que por fuera estarán Michael Bramos como tirador especialista y Kostas Papanikolau y Stratos Perperoglou poniendo intensidad a ambos lados de la pista. Su principal defecto puede ser una cierta improvisación en algunos momentos del partido, mientras que uno de sus puntos fuertes será su competitividad sin límites, que hace que nunca dejen de agarrarse a la pista.

Turquía y Rusia parecen claros candidatos a pasar a la segunda ronda, aunque afrontan situaciones comprometidas. En el casi de los otomanos, el segundo puesto en el MundoBasket de 2010 queda ya lejano y, a pesar de poder contar con sus principales estrellas, no parece un equipo tan temible como en anteriores ocasiones, sobre todo al haber perdido algunas piezas de cierto valor en los puestos de base y escolta. Ersan Ilyasova deberá dar un paso al frente, ya que Hedo Turkoglu ya no está para liderar el ataque durante todo el partido. Su sucesor natural, Emir Preldzic, también deberá dar un golpe sobre la mesa. Por dentro, centímetros y mala lecha hay de sobra, con jugadores como Omer Asik, Semih Erden, Oguz Savas y Kerem Gonlum.

La situación de Rusia parece aún mas complicada por la dimensión de sus bajas, sobre todo en la pintura (Kirilenko, Khryapa, Mozgof, Kaun), y por el rocambolesco caso vivido pro su federación y su cuerpo técnico, con la dimisión prácticamente obligada de Fotis Katsikaris a apenas unos días de la concentración. Sea como fuera, el equipo cuenta con algunos de los jugadores que fueron importantes para la consecución de la medalla de bronce en los JJ.OO. de Londres, tales como el talentoso base Alexey Shved, el tirador impenitente Vitali Fridzon o la polivalente figura de Sergey Monya. Las ausencias hacen un poco más complicada la alineación interior, para la que se ha recuperado a un viejo rockero, Alexey Savrasenko.

De este río revuelto puede beneficiarse Italia. Su momento no es el mejor, con dos de sus principales estrellas, Andrea Bargnani y Danilo Gallinari, en el dique seco por lesión y a la espera de la llegada de la prometedora generación de Amadeo Della Valle, campeona del Europeo Sub20 de este mismo año. De este modo, Marco Bellinelli queda como único capitán del barco, y no lo tendrá fácil en un equipo que también acusará algunas bajas no NBA. Para ayudarle, el base nacionalizado Travis Diener, el alero Luigi Datome y, por dentro, Marco Cusin.

Completan el grupo las dos selecciones nórdicas, que pocas opciones tienen de pasar a la siguiente ronda, salvo que consigan dar alguna sorpresa a estos equipos en dificultades. Suecia parte con Jonas Jerebko como estrella indiscutible, aunque tendrá que dejar algo de brillo para el joven alero Jeffery Taylor. Finlandia, por su parte, confiará en la creatividad en ataque de Peteri Koponen, que estará bien secundado en la dirección por Teemu Rannikko. Por dentro, gran parte de los minutos y de los balones serán para el nacionalizado Gerld Lee, que tendrá la ayuda del veteranísimo Hanno Möttölä.

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Toda la información oficial del torneo, en la página www.eurobasket2013.org