lunes, 13 de mayo de 2013

La competitividad del campeón

La Final Four de la Euroliga demostró, una vez más, que lo ético está por encima de lo estético. Olympiacos ha vuelto a alzarse con el máximo título continental y lo ha hecho basando sus victorias en una concepción de equipo más allá de las estrellas y en un trabajo incansable en ambos lados de la cancha, sabiendo que lo más importante de este juego es el balón naranja. La competitividad y la solidaridad son las bases de un equipo que, no exento de talento baloncestístico, suplen la falta de brillo anotador con fundamentos y virtudes que también suman. De hecho, suman tanto que ya van dos cetros continentales consecutivos.

Para llevarse la tercera Euroliga de su historia, los del Pireo tuvieron que enfrentarse a dos partidos muy diferentes. En el primero de ellos, una reedición de la final del año anterior ante el CSKA de Moscú, principal favorito, el equipo salió con un plan de partido más que claro. El objetivo era maniatar el juego ofensivo de los estiletes de Ettore Messina y no permitir canastas fáciles, ya que la gran envergadura de la plantilla rusa no iba permitir grandes espacios que dejaran anotar a los griegos. Con una gran resistencia física para plantar cara a la diferencia de centímetros y una gran agresividad en busca del balón, Olympiacos consiguió dominar durante todo el partido, tomando ventaja desde el primer cuarto y haciéndola crecer en cada nuevo parcial. Ni un inoperante Milos Teodosic ni Nenad Krstic ni Victor Khryapa, que mejoró sus estadísticas al final, conseguían hacer su juego y solamente Sasha Kaun y Sonny Weems lucían un nivel similar al que se exige en una Final Four. En el bando griego, el trabajo impagable del ‘bajito’ Kyle Hines, que se hizo con 10 rebotes y luchó contra todos los interiores del cuadro ruso, la intensidad de Stratos Perperoglou, cierta efectividad de Pero Antic y algunos ramalazos de la única estrella ateniense, Vasilis Spanoulis. No hizo falta más para llevarse el partido y dejar a la plantilla más deslumbrante de Europa en unos sonrojantes 52 puntos.

El partido definitivo sería contra el Real Madrid, el segundo favorito de la competición, que venía de jugar un partido intenso y trabajado contra el FC Barcelona. El Barça comenzó muy serio, con un buen planteamiento defensivo, tomando una cierta ventaja en el marcador que se vieron contrarrestadas por un festival ofensivo de los madridistas en el segundo cuarto. Nueva alternativa en el marcador tras el descanso, con los blaugrana minimizando el poder ofensivo de los blancos. Sin embargo, no fue suficiente, de modo que el Real Madrid pudo recuperarse en los últimos minutos antes un Barcelona exhausto y con un mermado juego interior. Ante el deficiente estado físico de Nathan Jawai y C. J. Wallace, Ante Tomic tuvo que multiplicarse en ambos lados de la pista, mientras que Marcelino Huertas y, en ocasiones, Joe Ingles tuvieron que asumir el liderazgo en ataque ante la buena defensa blanca sobre Juan Carlos Navarro. Los madridistas, por su parte, sobrevivieron gracias a rachas de buen juego y efectividad anotadora, primero de Rudy Fernández y Sergio Llull, y finalmente del luchar Felipe Reyes y de Sergio Rodríguez, sin duda el líder del equipo y el jugador más creativo en sus minutos en cancha, uniendo a sus destellos de calidad individual y a su espectacular visión de juego, una mejorada capacidad defensiva.

La inercia positiva del Real Madrid le duró un cuarto en la final. Un primer parcial de ensueño en el que anotaron 27 puntos con muy pocos fallos en el tiro y sometieron a un Olympiacos reservón, que inició su participación en el partido ya en el segundo cuarto, con 17 puntos de desventaja. A partir de entonces, un partido a campo abierto en el que los griegos volvieron a recurrir a su receta de agresividad y solidaridad defensiva, con una gran intensidad en la búsqueda del balón, ya fuera en las líneas de pase o bajo los tableros. De este modo, el cuadro rojiblanco consiguió reconducir el resultado antes del descanso gracias a una buena circulación de balón, tiros cómodos y penetraciones de Acie Law, con Pero Antic, Perperoglou y Hines como principales beneficiarios del buen trabajo táctico del ataque de los pupilos de Giorgios Bartzokas. Y en el tercer cuarto llegó la esperada aparición de Spanoulis, desacertado en el primer tiempo, que anotó tres triples consecutivos para dar las primeras ventajas a los griegos. El periodo definitivo se saldó claramente a favor de los griegos, muy intensos en defensa, a pesar de lo cual el Real Madrid consiguió 27 puntos gracias a ataques rápidos y faltas forzadas que terminaron en la línea de tiros libres, y muy acertados de cara al aro, con una anotación total de 39 en esos diez minutos.

El legado de Ivkovic
Con esta impresionante victoria, remontando una desventaja de 17 puntos y llegando al centenar al final del partido, Olympiakos presenta su candidatura a equipo de leyenda en el panorama europeo. Y lo hace gracias a un carácter ganador y una competitividad que su anterior entrenador, el ‘viejo zorro’ Dusan Ivkovic, imprimió en su plantilla y que Bartzokas ha sabido mantener. Y es que el cuadro griego, fuertemente aquejado por los problemas económicos que vive su país, confeccionó la pasada temporada un equipo de retales, manteniendo a Spanoulis como estrella y rodeándolo de jugadores de la casa, como los jóvenes Evangelos Mantzaris, Kostas Sloukas y Kostas Papanikolau; algunas viejas adquisiciones que vieron revitalizado su peso en el equipo, como Marko Keselj, y la incorporación de jugadores sin contrato y rebotados de otros equipos como Joey Dorsey, Pero Antic, Giorgios Printezis o Lazaros Papadopoulos. El carácter motivador de Ivkovic hizo que el equipo fuera quemando etapas y creyendo en sus posibilidades hasta plantarse como la sorpresa de la Final Four de 2012, donde doblegó a dos de los favoritos, Barça y CSKA de Moscú, gracias a la intensidad y la agresividad de su defensa.

La receta se ha vuelto a repetir este año, nuevamente obligado por las circunstancias económicas, incorporando a Giorgi Shermadini, que salió rebotado del Maccabi de Tel Aviv mediada la temporada, el joven Dimitris Katsivelis y, como refuerzo de lujo robado al eterno rival de la capital helena, Perperoglou. Si la estrategia ha sido la misma, el resultado también, aunque ahora sea menos sorprendente por conocido.

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