martes, 23 de abril de 2013

El ‘otro’ Petrovic

Muchos son los casos en el mundo del deporte en general, y del baloncesto en particular, en los que las altas cotas de excelencia alcanzadas por una figura indiscutible ensombrece el trabajo callado de familiares y amigos que iniciaron su andadura de forma simultánea o, incluso, antes. Esa es la historia de Aleksandar Petrovic, el otro Petrovic, el que pasará a la historia como el hermano del Mozart del baloncesto, del genio de Sibenik, del inolvidable Drazen.

Cinco años mayor que el astro que vino a revolucionar el juego en Europa, Aleksandar era también un apasionado del baloncesto y era habitual verle con el balón naranja entre las manos. Prácticamente diarios eran sus entrenamientos en la calle Predarovic de Sibenik, frente al hogar familiar, donde el pequeño Drazen daba también sus primeros pasos baloncestísticos en una eterna y desigualada competición con su hermano mayor, un playground callejero que el mayor de los Petrovic cambió a los 13 años por el pabellón del Sibenka, donde culminaría su etapa de formación e iría quemando etapas hasta llegar al primer equipo. Poco a poco, la fama de Aleksandar fue creciendo, sobre todo cuando el Sibenka fue ascendiendo a categorías superiores de la mano de un base-escolta con un gran conocimiento del juego y un deseo irrefrenable por la victoria.

Estos buenos argumentos, así como el sorprendente ascenso del modesto club de Sibenik a la primera división yugoslava en apenas seis años de existencia, le valieron su fichaje por la Cibona de Zagreb, un equipo siempre metido en la lucha por los primeros puestos de la clasificación pero que no terminaba de concretar su competitividad en forma de títulos. Este traspaso, que también sirvió para ir abriendo las puertas del primer equipo al pequeño de los Petrovic, fue muy provechoso para Aleksandar, ya conocido por el sobrenbombre de ‘Aza’ o ‘Aco’. Convertido en el base con más minutos en cancha y en la mano derecha de Mirko Novosel sobre el parqué, la Cibona ganó hasta en cuatro ocasiones consecutivas la Copa de Yugoslavia entre 1980 y 1983, a lo que unió una Supercopa de Europa en la temporada 1980/81 y la Liga en los cursos 1981/82 y 1983/84. Y todo antes de que llegara Drazen a terminar de perfilar el equipo de leyenda de la capital croata.

Entonces llegó el temido momento en el que el pequeño de la familia, que llevaba varios años deslumbrando a propios y extraños con una capacidad anotadora incansable y un liderazgo en ocasiones excesivamene entusiasta, llegara también al equipo de la capital croata después de llevar al Sibenka a cotas inimaginables para un equipo de tan corta andadura. ‘Aco’ ya había sufrido lo mejor y lo peor de su hermano menor, en intensos partidos en los que se demostraba que, en la cancha, no hay amigos ni hermanos. El enfrentamiento más intenso se produjo en la temporada 1982/83, cuando Drazen se destapó en el partido de ida en Sibenik con 27 puntos e innumerables gestos de celebración ante el banquillo rival y su propio hermano, al que consiguió eliminar por faltas. En el partido de vuelta en Zagreb, el mayor de los Petrovic se tomó cumplida revancha anotando 20 puntos y sometiendo a su hermano a un defensa impenetrable, con algunos momentos de tensión en los que tampoco faltaron algunos gestos desafiantes del victorioso Aleksandar.

A pesar de esta pasada rivalidad, y de que la llegada del Mozart del baloncesto europeo fuera a trastocar radicalmente los planes de juego de Mirko Novosel restando protagonismo a todos sus baluartes a favor del recién llegado, la trayectoria de ‘Aza’ se hará indisoluble de la de su hermano. Aquella primera temporada con Drazen y Aleksandar al comando de las operaciones, la Cibona se alzó con un triplete histórico: la Copa de Yugoslavia, la Liga nacional y, para poner la guinda al pastel, la Copa de Europa, iniciando con us victoria en la final ante el Real Madrid una de las rivalidades más encarnizadas del baloncesto de los 80. La siguiente temporada, el éxito no fue del todo completo, y mucho menos para ‘Aco’, que se perdió parte de la temporada a causa del servicio militar. A pesar de ello, los Lobos de Tuskanac, llamados así por el barrio de Zagreb en el que se fundó el club, se alzaron con la Copa nacional y con el principal cetro europeo, en esta ocasión ante un Zalguiris Kaunas cuya principal estrella, Arvydas Sabonis, acabó desquiciado con la actuación del pequeño de los Petrovic.

La competitividad de la Liga yugoslava iba en aumento, incorporando jugadores que, apenas unos años después, iban a marcar una época en el baloncesto internacional. Así, después de varios años dominando alguno de los torneos nacionales, la Cibona concluyó el curso 1986/87 sin levantar ningún título dentro de sus fronteras, aunque pudo salvar la temporada gracias a la Recopa de Europa. Después de un torneo resuelto con relativa solvencia por parte de los croatas, la final no podía dejarse escapar y Scavolini Pesaro no fue un escollo para el equipo de los hermanos Petrovic en un partido que marcó el futuro del mayor de la familia.

Estas buenas temporadas le llevaron a ganarse un hueco prácticamente fijo en la selección nacional yugoslava en una época en la que los plavi estaban en plena reconstrucción entre sus dos décadas doradas. A pesar de ello, los balcánicos se las arreglaron para presentar equipos batalladores y no exentos de calidad, asegurándose la medalla de bronce en cuatro campeonatos durante los 80, los Mundobasket de 1982 y 1986, los Juegos Olímpicos de 1984 y el Eurobasket de 1987, torneos en los ‘Aco’ tuvo una importante presencia en la pista, aunque quizás no tanto en las estadísticas. La llegada de una generación de jugadores talentosos y físicamente superiores hizo que el mayor de los Petrovic tuviera que dejar su hueco en la selección a talentos de la talla de Zarko Paspalj, Toni Kukoc, Aleksandar Djordjevic o Jure Zdovc, entre otros.

De viaje por Europa
El buen papel jugado la final de la Recopa de Europa le valió un contrato con Scavolini Pesaro, club transalpino derrotado apenas unos meses antes en Novi Sad. Además, la oferta de la Lega venía con una cláusula difícil de rechazar, ya que, después de varios años a la sombra de Drazen, el mayor de los Petrovic volvería a tener galones para dirigir el equipo a su gusto. Y así lo hizo. ‘Aco’ volvió a sentirse estrella en Pesaro, promediando más de 20,2 puntos por partido (y una presencia en pista esencial para el juego de los italianos) y alzándose con el título de la Lega. Sin embargo, las piernas ya no daban para mucho más y el mayor de los Petrovic buscaba ir allanándose el camino hacia los banquillos, para lo que volvió nuevamente a la Cibona para una última temporada como jugador, tras lo que vagó por varios equipos como KK Zagreb, Racing de Luxemburgo o KD Postojna para ganar experiencia y conocer nuevos sistemas organizativos y de juego.

El salto a de la cancha a los banquillos fue tremendamente exitoso para el precursor de la familia Petrovic. Así, contratado por la Cibona desde el año 1991, ‘Aza’ encadenó cuatro títulos seguidos en la recién nacida liga croata, resultante de un proceso de desmembramiento de la antigua Yugoslavia que también acabó con la potente competición nacional, además de formar parte del cuerpo técnico que, capitaneado pro Petar Skansi, ayudó a la selección de Kukoc, Radja y Drazen a alcanzar la plata en los Juegos Olímpicos de 1992, solamente por detrás del todopoderoso Dream Team. De hecho, el equipo nacional ha sido refugio de Petrovic en varias ocasiones en su andadura como entrenador, consiguiendo la medalla de bronce en el Eurobasket de 1995, cuando los croatas abandonaron el podio cuando la Yugoslavia serbia acudió a recibir su medalla de oro, y un séptimo puesto en 2001.

La escasa emoción competitiva de la nueva liga del país adriático hizo que ‘Aco’ hiciera las maletas buscando nuevas experiencias, recalando en el Caja San Fernando de Sevilla, equipo que, de la mano de Warren Kidd y Richard Scott, se coló en las Finales de la ACB en 1996. Nuevo paso existoso por la Cibona, con los campeonatos de 97 y 98 como recompensa y de vuelta a España para firmar una decepcionante temporada con el Lleida. Desde entonces, prácticamente no ha salido de los Balcanes, con un paso por el KK Zadar, al que hizo campeón de Copa en 2007, la selección de Bosnia Herzegovina y el Cedevita de Zagreb, cuyo buen papel en la Eurocup de la temporada 2010/11 le valió el galardón de mejor entrenador de la competición. En esta última campaña, el mayor de los Petrovic no ha tenido demasiada suerte y ha sufrido un par de marchas tempranas, una forzada del Unics Kazan y otra voluntaria del Cedevita, club al que llegó para sustituir a un mito de los banquillos, Bozidar Maljkovic.

lunes, 1 de abril de 2013

Doctorado 'cum laude'

La Semana Santa ha servido para terminar de definir uno de los torneos baloncestísticos más frenéticos y emocionantes del mundo. Después de varias semanas de torneos de conferencia y campeonatos regionales, la NCAA (National Collegiate Athletic Asociation) ya ha definido quiénes serán los protagonistas de su cita cumbre, la Final Four, que se celebrará este fin de semana en el Georgia Dome de Atlanta. Los últimos partidos, que han servido para reconocer a los conjuntos universitarios que mejor han llegado al tramo final de la temporada, dejando algunas sorpresas, resultados más abultados de lo previsto, la certificación del buen trabajo de algunos jugadores y entrenadores y una ‘Cinderella’ que se ha colado tras derrotar a los dos mejores equipos de su región.

Louisville había sido uno de los equipos más sólidos a lo largo de la temporada, con casi un 87 por ciento de victorias a lo largo del curso. De hecho, a lo largo del torneo de la NCAA había ido deshaciéndose de rivales con bastante solvencia, con diferencias de 31 y 26 puntos, salvo contra la contestona Universidad de Oregon, que apenas permitió ocho puntos de distancia. Sin embargo, durante el partido que daba paso a la Final Four a través del torneo del Midwest contra la potente Duke, la tremenda lesión del escolta Kevin Ware, con una fractura múltiple en su pierna, era un obstáculo difícil para los jóvenes jugadores, así como para su experimentado técnico, Rick Pitino, que no pudo reprimir las lágrimas al ver la maltrecha pierna de su pupilo y al escuchar su discurso ante sus compañeros, ya en la camilla y antes de que se reanudara el partido. “Estoy bien. Ganad el partido”. Hasta el descanso, todo igualado, aunque Louisville salió del vestuarios como un ciclón, consiguiendo una renta final de 22 puntos, dejando sin opciones a los de Mike Krzyzewski a varios minutos del final, cuando el partido se convirtió en un intercambio de canastas.

Este fue el episodio épico de unas finales regionales que, por lo general, han sido menos excitantes de lo previsto. Así, después de derrotar al principal favorito del torneo East, Indiana, por 11 puntos, Syracuse también fue capaz de deshacerse de Marquette, que le adelantaba en un puesto en las clasificaciones, por un diferencia de 16 puntos, con Michael Carter-Williams como principal protagonista. Con semejante facilidad consiguió clasificarse Michigan, derrotando por 20 puntos a Florida después de haber derrotado a Kansas, el mejor equipo del South, por 2 puntos y mostrarse bastante regulares en todo el torneo.

La principal sorpresa de la Final Four de Atlanta será Wichita State. Los Shockers partían en el noveno puesto del torneo de la región West, lo que hacía que, para llegar a una hipotética final, tuviera que medirse, si todo iba como estaba previsto, con los dos mejores equipos de la temporada en la zona, lo que le convrtía en una de esas ‘Cinderellas’ que se abren paso a lo largo de la March Madness a pesar de tener que derribar las torres más altas. Con la defensa como principal baluarte y el juego repartido en diferentes estiletes ofensivos, Wichita State ganó por seis puntos a la favorita Gonzaga y, en la final de este fin de semana, a Ohio State, el segundo en discordia, en un emocionante partido, aunque algo decepcionante en cuanto al nivel esperado de sus protagonistas.

En la cita de Atlanta, Louisville parte como favorito gracias al enorme dominio que ha tenido este equipo sobre los partidos durante toda la temporada. Para ello, los Cardinals cuentan con una defensa bastante efectiva y con infinidad de variantes, obra del experimenado Pitino, y con la inspiración anotadora del base Russ Smith, al que se unen el pívot senegalés Grogui Dieng y el eléctrico base Peyton Siva como segundas opciones. Su rival será Wichita State, que presenta un promedio anotador algo limitado para intentar revertir el muro defensivo de los de Pitino. En ataque, a pesar de lo corto de su rotación y lo repartido de su anotación, los principales referentes serán los poderosos aleros Carl Hall y Cleanthony Early.

La otra semifinal viene marcada por al efeméride que pretenden rememorar los Orange Men de Syracuse. Los de Jim Boeheim llegaron hace diez años a la Final Four y, por fin, alzaron el título nacional de la NCAA, en aquella ocasión liderados por Carmelo Anthony como estrella y con Hakim Warrick como segundo espada y héroe en la final. El dominio este año no ha sido tan apabullante como en aquella ocasión, aunque presentan un juego con multitud de variantes y cuatro puntales que se reparten el trabajo ofensivo: los aleros C. J. Fair y James Southerland y los escoltas Brandon Triche y Michael Carter-Williams. Enfrente tendrán a los Wolverines de Michigan, que también reparten de forma bastante democrática su juego ofensivo. La principal estrella es el base Trey Burke, aunque el escolta Tim Hardaway Jr. y el alero Glenn Robinson III, ambos hijos de jugadores NBA de cierto relumbrón en los gloriosos años de mediados de los 90, pueden tomar el testigo anotador y, sobre en el caso del segundo, aportar trabajo callado, sin olvidar al implacable tirador Nik Stauskas.